Capítulo IV

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—Jessica—susurró mi ex novio frente a mí.

Apreté los labios y metí una mano al interior de mi bolso, buscando mis llaves.

—¿A qué viniste? —le pregunté lo más seca que pude—. No me acostaré contigo.

Las llaves por fin se dignaron a aparecer y con movimientos apresurados por el frío las inserté en la puerta para moverlas con molestia. El metal me lastimaba en las manos y me hice una nota mental de llevar guantes mañana, aunque iría a una mansión de una de las familias más ricas de Europa, obviamente tendrían calefacción.

—Vine a ver cómo estabas, no has respondido mis mensajes ni llamadas y mi hermana...—En cuanto abrí la puerta me giré para verlo. Enarqué una ceja y negué con burla.

—James, ¿por qué lo haría?

Mis palabras más que dejarlo desconcertado, lo enfurecieron.

—Jessica, tú y yo acordamos esto. Seguiríamos juntos, tú lo dijiste...

—No, yo te dije que no podíamos seguir juntos de esta manera. No somos novios, terminamos hace meses y solo me usas—le recriminé molesta—. No tengo la obligación de responder a tus llamadas o mensajes cada que estés caliente.

James apretó la mandíbula y sus ojos se fuero más allá de mí. Seguí su mirada y me encontré con el auto de Nicholas.

¿Qué rayos hacía ahí?

Gruñí, solo quería dejar de verlos a los dos y James centró su atención después del escrutinio que le dedico al bonito Mercedes a mis espaldas.

—¿Sales con alguien? ¿Es por eso? —preguntó, acercándose más a mí.

Solté una carcajada sin gracia y me adentré a la construcción sin ver hacia Nicholas o James, aunque este último me siguió al interior. Una vez que estuve en mi piso, me quité los tacones, gemí de satisfacción y me tensé cuando James me tendió una mano para ayudarme.

Meses atrás, rogaba por minutos de su atención, esperaba paciente a que terminara cada guardia en el hospital o me dedicaba a contemplarlo mientras estudiaba por largas horas, pero ya no. Yo daba mucho en esa relación sin recibir nada.

Me enderecé y fijé mis ojos en él. Era alto, fornido y con un cabello castaño que me encantaba acariciar. Su mandíbula era fuerte y cuadrada, sus labios eran delgados y rosados, y sus ojos eran azules de una tonalidad pastel.

Los de Nicholas son turquesa.

Me di una cachetada mental por pensar en los ojos del hombre que me hizo pasar un mal rato hace unas horas y apreté los labios.

—Gracias, peor no necesito ayuda.

Tu ayuda.

Caminé en dirección de mi apartamento y escuché los pasos de James a mis espaldas. Me di la vuelta instintivamente y lo apunté con un tacón de aguja.

Bueno, al menos para eso me servirían esas cosas que mutilaron mis pies.

—¿Qué haces? —le pregunté irritada.

Él enarcó una ceja y sonrió de lado.

Meses atrás, me hubiera bajado las bragas y abierto de piernas para él con esa sonrisa, pero ahora solo me irritaba.

—Jess, yo te amo—comenzó con el discurso barato—. Quiero que esta vez sea diferente. Tú y yo estamos destinados a estar juntos.

—Por favor no—pedí en voz baja.

—Tienes razón, he sido un patán y por eso he venido aquí, a pedirte que seas mi novia otra vez, aunque en esta ocasión lo formalizaremos como me lo pediste. Te daré un anillo, lo prometo. —La esperanza en sus ojos me hubiera dado esperanzas a mí meses atrás, pero insisto, ya no.

Winter love ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora