Capítulo XL

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—Podemos esperar unos minutos más si lo deseas, Jessica.

Negué, viendo las mimas fotos de mujeres embarazadas en el consultorio de Karen. Ella me veía nerviosa y constantemente sus ojos viajaban hacia el reloj y luego hacia mí.

Mi bebé tenía casi veintiocho semanas, era un niño sano y que se iba desarrollando muy bien, lo que me dejaba tranquila, aunque su padre no pudo estar a mi lado en esta ocasión.

Me decepcionaba un poco. Me había acostumbrado a tenerlo en cada una de las citas sosteniendo mi mano, ayudándome y acariciando mi barriga cuando veíamos al bebé en la pantalla.

—Han pasado más de veinte minutos. Él no llegará—admití en voz baja, viendo mis manos y poniéndome de pie para el chequeo rutinario y pasar a la camilla para ver a mi hijo.

—Siempre está ocupado, ¿no?

Me encogí de hombros, restándole importancia. Me sentía egoísta por quererlo aquí conmigo. Muchas parejas no contaban con los privilegios que él y yo sí, pero no era agradable la sensación de que tendría que atravesar por esto sola.

Tenía miedo de que Madison tuviera razón. Yo estaba embarazada, era su esposa y la supuesta mujer que amaba, pero a pesar de eso él estaba con ella.

—Últimamente sí.

Ella asintió comprensiva y dejamos el tema de Nicholas en paz. Volví a ver a mi pequeñín y como siempre derramé un par de lágrimas. Al salir le llamé a mi madre, le envié el nuevo material y escuché su entusiasmo durante unos quince minutos hasta que prometió venir a verme en una semana.

Tener a mi madre a mi lado era algo que me tranquilizaba. Decidió que se quedaría unos meses en Londres y regresaría a casa con Connor en algunos fines de semana mientras yo acababa mi embarazo y recibía al bebé.

—Es todo un hombrecito—dijo mi madre con ternura.

—Te enviaré las digitales, ¿bien?

Ella asintió mientras caminaba a la parte trasera de la camioneta y el chofer me abría la puerta.

—Te noto cansada, Jess.

—Me siento cansada, mamá—admití, mordiendo mi labio.

—¿Nicholas no está contigo? —Negué, haciéndola fruncir el ceño—. ¿Todo bien, corazón? Mañana mismo me iré a Londres. ¡Connor, cielo! ¿Has visto mi maleta?

—¿Qué si he visto tu qué?

Alcé las cejas al escuchar a esos dos interactuar por la maleta de mi madre. No tenía ánimos para explicarle a mi madre que fui abandonada por alguien más nuevamente y que volvía al punto de partida donde creía que solo seríamos mi bebé y yo.

—Lo siento, Jessie. ¿Qué me decías? —preguntó mi madre agitada.

—Que muero de sueño, madre. Te llamo luego, necesito descansar—le respondí sonriendo y ella suspiró.

—¿Qué pasa, Jess? Estás triste y esa no es la Jess feliz de estar embarazada que yo he visto en los últimos meses.

—Estar embarazada no me hace feliz, es doloroso—me quejé y ella rio, haciéndome sonreír—. Tengo que usar sujetadores de maternidad porque los míos se volvieron incómodos, no me quedan y son como máquinas de tortura. Me duelen los pies, se hinchan y mi espalda pesa desde que cargo los kilos de mi bebé en el vientre y en los pechos... estar embarazada no es como en las revistas, madre. ¡Voy al baño cada media hora! Él es un poco inquieto últimamente y toca áreas sensibles que me duelen...

Me detuve al ver su expresión cargada de ternura y alcé una ceja.

Ver a una embarazada causaba ternura en las revistas y películas, pero serlo no lo era y sentirme abandonada por mi esposo no ayudaba nada a la forma en la que me sentía justo ahora.

Winter love ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora