Capítulo III

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La primera semana siendo presa de Nicholas Spencer había pasado de manera lenta y tormentosa. Sus palabras afiladas, miradas con desdén y su notoria irritación eran en conjunto una bomba que me aterraba.

Él era famoso por su temperamento. Nada se le escapaba y las palabras mordaces siempre le funcionaban. Él no aceptaba la torpeza, odiaba cualquier cosa que irrumpiera su tranquilidad y los temas que rozaran un poco lo familiar lo hacían enojar.

—Ya puede pasar, señorita—me indicó la secretaria de Nicholas.

Me puse de pie nerviosa y ella me sonrió, intentando tranquilizarme.

—No se preocupe, hoy no está molesto.

Reí entre dientes y sacudí mi cabeza, aferrándome a mi bolso y caminando con lentitud.

Alisé el vestido y me moví para que las medias negras se acomodaran. Los tacones resonaron por el suelo y agradecí la calefacción que había en el lugar. El frío era de otro nivel y debía vestir formal. Nadie me lo había pedido, pero bastaba con ver a mi alrededor para identificar el código de vestimenta.

Entré despacio a su oficina y sus ojos se clavaron rápidamente en mí. Destilaba aburrimiento por cada poro y agradecí que al menos no estuviera molesto.

—Buen día, señor Spencer—dije y me aclaré la garganta al notar el sonido grave que salió de mi boca.

—Señorita Campbell—respondió a forma de saludo—. Tome asiento.

Me acerqué a la silla frente a él y me senté ante su mirada.

Una de sus cejas se alzó y dejó la hoja que sostenía entre sus dedos con cuidado en una carpeta. Mientras buscaba mis cosas, vi de reojo cómo se estiraba. La tela de su camisa se pegó a su abdomen y su saco envolvió sus músculos de una manera espectacular. Sus parpados me impedían ver esos ojos azules vacíos y un largo suspiró salió de su nariz.

Él abrió los ojos y alzó una ceja al ver que estaba viéndolo como tonta. Sentí mis mejillas arder y seguí buscando mis cosas dentro de mi bolso de manera torpe.

—Normalmente le pediría que se diera prisa, pero me está dando minutos de tranquilidad así que, tómese su tiempo.

Tragué grueso y volví a verlo con la grabadora y mi libreta de notas en mis manos.

—¿Por qué no usa un iPad o algo más...? —preguntó y analizó mi grabadora—. Moderno.

—Es más fácil traer esto viejo que el iPad, ya que ese lo uso para mis lecturas personales y del trabajo y si mezclo en mi celular el trabajo será un caos, y mi laptop es un poco pesada para traerla siempre conmigo, aparte, si me la roban me dejan sin...

—Veo que habla mucho—murmuró Nicholas, interrumpiéndome y señalando lo obvio.

Dios, Jessica, basta.

—Lo...lo lamento—balbuceé.

Él, por primera vez en todo el tiempo que lo conocí, se rio de mí, o de algo que dije y le pareció gracioso.

—No se preocupe, mi intensión no fue parecer grosero, es solo que me dio la impresión de ser callada.

Mordí el interior de mi mejilla y sacudí ligeramente mi cabeza.

Iba a hablar y su teléfono comenzó a sonar, salvándome de mi escases de palabras. Lo vi ponerse de pie con elegancia, me hizo una seña de disculpas y se alejó hasta ventanas que se deslizaban y permitían salir a una enorme terraza que permitía ver la ciudad.

Resoplé un par de veces y seguí manejando la situación de la mejor forma. Casi se acercaba Navidad y pasaría las fiestas en la casa de mi madre. No estaba preparada para volver a mi hogar.

Winter love ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora