Capítulo XI

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Moví el vaso entre mis dedos con aburrimiento.

Me sentía extraña viendo a Nicholas al fondo riendo con sus amigos, pero con una pelirroja colgada de su brazo. Ella intentaba besarlo, pero él se negaba y de vez en cuando veía en mi dirección.

Volví a ver el celular entre mis manos y gruñí, debía asesinar a Rose. Me estaba dejando plantada y me sentía un poco decepcionada. Quería divertirme.

Jessica:

Está bien, Rose.

Rose:

Linda, lo lamento, juro que no era mi intención.

Jessica:

Está bien, llamaré a un taxi, ya me voy.

Rose:

Al menos usabas el vestido sexy, ¿verdad?

Jessica:

Incluso lencería, nena.

Rose:

Diosssss, lo lamento.

Dejé de responder y le di un último trago al vaso en mis manos. Me dispuse a buscar un billete en mi cartera. El bar estaba a punto de estallar con tantas personas y varios hombres me dedicaban miradas como leones esperando a que su presa se descuidara.

Me sentía mal por estar sola, pero ya era momento de irme antes de que algo malo sucediera.

Pasé mis ojos por la barra, esperando encontrar al hombre que me sirvió el vaso e hice una mueca al encontrarlo atendiendo a un grupo de chicas ruidosas.

—¿Algún problema? —Salté con la voz a mis espaldas.

Me di la vuelta ligeramente y mordí mi labio al encontrar a Nicholas ahí.

Su sonrisa arrogante decoraba su rostro y sus ojos barrieron mi cuerpo sin pudor. Incluso sentada me sentía acosada. Repetí la acción y recorrí su cuerpo, deteniéndome en su ropa. Había dejado de lado lo formal y se veía bien con la camisa a cuadros, las mangas remangadas hasta los codos, pantalones oscuros y botas.

—Ya me iba—respondí.

—¿Estás esperando a alguien?

Negué.

—Me dejaron plantada.

—Por suerte para ti yo estoy aburrido—respondió, sentándose a mi lado en un taburete—. ¿Te invito algo?

Fruncí el ceño y negué.

—¿Por qué sería suerte para mí?

—Porque no estarás sola y disfrutarás de la compañía de Nicholas Spencer.

—Ya me iba—repetí.

Él sonrió y le hizo una seña a un hombre que iba pasando.

—Dos especiales—pidió.

Incluso en un bar de clase media resaltaba. Su altura, su elegancia y su belleza era algo que mantenía a la población femenina atenta a cada movimiento. Olía delicioso, su cercanía me resultaba desconocida gracias a la distancia que estuvimos tomando durante los meses que trabajamos juntos.

—¿Por qué estás aburrido? —pregunté luego de aclarar mi garganta.

Me decidí a no mirarlo.

Agradecía no estar ebria y muy consciente de lo que hacía, decía o pasaba. Dejé de ver mis manos apoyadas en la barra y llevé mis ojos hacia el frente donde estaban todas las botellas en largas tablas pegadas a la pared.

Winter love ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora