Capítulo VIII

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Volví a leer el mensaje que Nicholas me había enviado mientras Rose gritaba como loca a mi alrededor.

Nicholas:

Mi chofer te recogerá, Jessica. La reunión será en mi casa el día de hoy y llegará a la una de la tarde por ti. Una disculpa por el cambio de locación.

—¡Van a follar!

—¡Shhh! Rose, cállate, mis vecinos escuchan—gruñí molesta.

—Dime por favor que estás depilada, Jessica—dijo, haciendo un puchero—. ¿Estás tomando la píldora o tienes condones?

—Rose, no vamos a... intimar. En una semana acabamos el trabajo.

—Intimar—repitió burlándose—. Te escuchaste como mi tía Gloria.

—Es trabajo, Rose—me quejé, rodando los ojos.

Mi amiga hizo movimientos sexuales en la silla y me reí, lanzándole una servilleta de tela.

—¿Estás depilada, Jessica?

¿Lo estaba?

Mis mejillas ardieron con la respuesta y mordí el interior de mi mejilla. No me molestaba estar tupida ahí abajo, pero prefería estar lampiña, solía ser más cómodo para mí gracias a la ropa de algodón que usaba y permanecía fresca, impidiendo la humedad en los días del mes. Tenía meses sin tener sexo y no había sentido la necesidad de recortar el asunto.

—¡No lo estás! —chilló—. ¿Tienes cera?

—Rosalind, no vamos a acostarnos.

—Me corto una teta si el hombre no te iba a invitar a salir ayer en la noche—dijo emocionada.

Reí y negué.

—Rose, basta. Ni siquiera me vio con el vestido que llevaba.

—¿Cómo sabes?

—Porque no vi deseo en sus ojos—respondí.

—Jess, eres inexperta en el asunto de citas. Solo has tenido...—contó con los dedos—. Cinco novios y dormiste solo con tres. Créeme que los hombres también saben ocultar el deseo.

—Deja de juzgar mi vida sexual.

—No la juzgo, solo digo que confíes en mí, Jess. Deja de ser tímida y acércate a él. Mantén contacto físico accidental con él, aunque tú y yo sabemos que no será accidental.

Platicar con mi mejor amiga era como estar en un programa de chismes y consejos sobre citas. Ella lo ponía todo fácil de hacer y ella lo lograba, pero para las mortales desafortunadas como yo, ningún consejo servía.

—Rose...

—Jess, no eres horrible como le haces creer al mundo. Tienes lo tuyo, chica, solo necesitas usarlo—me animó, tomando mis manos—. Llevar falda o vestido no te hace ser una zorra como James y su hermana te lo hacen creer. Eres adulta, sabes los riesgos y estás en la edad perfecta de disfrutar.

Ella tenía razón en cada una de sus palabras, pero aún sentía miedo de aventurarme.

—Él es tan complicado—dije, tallando mi cara con mis manos.

—Hay más hombres que Nicholas, Jessica. Si él no ve lo hermosa y caliente que eres debajo de esos abrigos, entonces que se vaya al demonio y siga sufriendo por la Barbie que lo dejó en el altar.

Alcé una ceja y sacudí la cabeza.

—No seas cruel, Rose. La amaba.

—Entonces ama la falsedad, largo de ahí, Jess.

Winter love ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora