Epílogo

7.4K 212 35
                                    

—Ven aquí, Nathaniel—le dije al niño de un año de edad que estaba apoyado contra el sofá, aplaudiendo y moviéndose con la música infantil que sonaba en su iPad mientras se llevaba a la boca cereal de arroz inflado con sabor a frutas especial para bebés.

Reí, apreciando el trajecito con el que iba vestido. Su cabello rubio caía sobre su frente y sus ojos azules combinaban con el suéter del mismo color que su abuela le hizo.

Su pequeña lengua salía de su boca y sus dientes se hicieron presentes cuando vio a su papá. Nicholas se arrodilló a mi lado y seguí insistiéndole a Nate, quien movía sus manos y nos veía con diversión. Él hacía gestos mientras su papá y yo nos reíamos, luego movía su mano para saludarnos y volvía a bailar.

Habían pasado dos meses desde que Nate cumplió un año y recibió una fiesta espectacular. No era fanática de fiestas para niños de un año, pero no sabía lo que pasaría y aprovechábamos cada segundo con él. El pequeño comenzaba a caminar, aunque tenía que ser con nosotros tomándole las manos o él apoyándose en el sofá.

Queríamos darle seguridad para que diera sus primeros pasos sin ayuda y nuestros días consistían en estimularlo. Mi espalda dolía y en general era cansado. Tenía suerte de tener personal de servicio y condiciones que jamás hubiera podido darle sola, así que mi tiempo se iba en él y en la escritura.

—Vamos, Nate, ven—le dijo Nicholas, ofreciéndole sus manos. El niño rio con emoción y movió sus pies—. Eso es, hijo, ven aquí.

Él pequeño dudó y me observó con esos enormes ojos azules que contrastaban con su piel blanca y su cabello rubio. Él se parecía a su papá, era una pequeña versión que incluso llegaba a ser gruñón cuando tardaba más de lo normal para darle comer.

—Ma...mamá. —La manera en la que decía aquello era divertida y adorable.

—Sí, ven con mamá, corazón—le dije de manera cariñosa, tendiéndole mis manos.

—Tida—respondió, abriéndole y cerrándole su mano a Kira, quien se encontraba como nosotros a modo de saludo—. Mamá, Tida.

Nicholas la acarició y no pude evitar pasar una mano por su cabeza. Ella estaba experimentando la maternidad por primera vez y podía ver lo cansada que estaba.

Nate estaba fascinado con los cachorros, mientras nuestra perra estaba cansada, dejando que ocho cachorros tomaran de ella toda su energía. Reí al verla a nuestro lado, sentada y tomándose cinco minutos antes de que el llanto de sus cachorros la hicieran volver.

La entendía y por eso pasé las últimas noches a su lado, acariciándola y dándole cariño. Sus cachorros eran pequeños, solo tenían dos semanas y en su parto Nicholas y yo estuvimos con ella junto a un veterinario.

—Sí, ven aquí con Kira, Nate—le dije y él aplaudió. Kira le movió la cola a mi bebé, quien ya no era un bebé.

—Pa... pá. —Le sonrió de manera torpe.

—Ven aquí, Nathaniel—le respondió Nicholas.

—Papá.

Nuestro hijo dijo mamá y papá casi al mismo tiempo. Ambos tratábamos de que dijera cualquiera de las dos y fuimos felices cuando lo logramos. Lloré cuando escuché que me dijo mamá, Nate solo me veía mientras yo besaba su mejilla, y Nicholas lo abrazó durante minutos, pidiéndole que repitiera esa palabra.

—Papá—volvió a decir, arrodillándose para ponerse a gatear.

—No va a caminar—murmuré.

—No, no lo hará.

Él se puso en posición para gatear, pero luego hizo algo que nos dejó con la boca abierta. Sus pasos fueron en cámara lenta y agradecí que Nicholas estuviera grabando. Nuestro hijo caminó de manera torpe en mi dirección con los brazos estirados en busca de equilibrio y como madre orgullosa derramé un par de lágrimas una vez que llegó hasta mí y se lanzó a mis brazos. No era una distancia tan larga y nos aseguramos de quitar mesas de centro y poner una alfombra afelpada que amortiguara sus caídas.

Winter love ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora