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OLIVIA

Me avergüenza tener que posar delante de Alex, por mucha confianza que tenga con él, y por mucho que sepa que va a utilizar esas fotos para algo bueno, me sigue causando la misma vergüenza. Mi timidez me reprime y Alex tiene que colocarme más de una vez o tiene que hacer algún comentario gracioso para conseguir que me ría de verdad y no fotografiarme con una sonrisa falsa.

–Eres preciosa, ¿lo sabías? –me dice, cambiando por tercera vez el objetivo de su cámara.

Ahora que lo pienso, nunca antes la había visto, si Alex no llega a decirme que es fotógrafo, probablemente no me habría enterado de ello. Nunca habla de su trabajo, ni tampoco lo he visto trabajar. Me pregunto de dónde saca el tiempo para hacer fotografías.

–Sí, ya me lo has dicho antes –me acerco a la orilla del lago para sentarme, lo suficientemente alejada para que el agua no moje mis pies.

Alex lleva más de dos horas haciéndome fotos sin parar, según él, porque necesita hacer las suficientes para después seleccionar las mejores y luego editarlas a su gusto.

He aprovechado su emoción por su trabajo para preguntarle cosas de él, y me ha terminado diciendo que se gana la vida gracias a las exposiciones que hace en las galerías de arte. Sus obras son muy deseadas y por lo tanto, los compradores pelean por ellas en una apuesta, gran parte del dinero que gana es para él, aunque es la galería la que más dinero consigue con la venta.

Me explica también cómo empezó a interesarse por la fotografía y por el dibujo y la forma en la que ambas cosas han conseguido su avance en la vida, y la importancia que tiene para él por haber sido su vía de escape en el momento en el que peor estaba.

Me siento orgullosa de él, no solo por haber conseguido superar todo lo que ha provocado que sea una persona tan desconfiada, sino también por haber sabido salir adelante y haber triunfado en la carrera de la fotografía. Alex es una persona admirable, sobretodo, porque después de todo, aún sigue manteniendo una sonrisa en su precioso rostro.

–Gracias por ayudarme. Necesito entregar quince fotos más antes de mañana –habla a mis espaldas.

–¿Para qué son las fotos? –me giro para mirarlo y aprovecha para hacerme una. Sonríe.

–Habrá una exposición en una de las galerías más famosas de la ciudad. Tengo que entregar treinta fotos para poder exponerlas, a cambio de la prohibición de su venta.

–¿Por qué no quieres venderlas? –guarda la cámara en el estuche, colocando cada parte de ella delicadamente en su lugar, y se acerca a mí para sentarse a mi lado.

–Porque son muy importantes para mí y no me gustaría perderlas.

–¿Vas a exponer fotos mías?

–Si quieres que lo haga, entonces sí. Necesito tu consentimiento para hacerlo.

–Ya me has hecho las fotos, si te dijese que no, eres capaz de ahogarme en el lago –sonríe divertido.

–¿Entonces me dejas?

–Claro –me encojo de hombros–. Aunque me avergüenza que la gente vea mi cara expuesta.

–No tienes de qué avergonzarte, eres preciosa –tiene su mirada fija en el horizonte–. ¿Te gustaría venir? A... A la exposición.

–Claro, allí estaré –sonrío feliz por su invitación–. Tendré que pedir el día libre.

–No quiero que tengas problemas en el trabajo por venir a mi exposición, no es que sea tan importante, yo... Bueno, solo son fotos... –lo interrumpo. Su inseguridad me oprime el pecho.

Como Una EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora