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OLIVIA

Hace una semana que Alex se fue. Hasta entonces, he conseguido sobrellevarlo lo mejor que he podido, aunque volver al apartamento y verlo vacío, sin nadie que me recibiera con los brazos abiertos, me ha costado bastante afrontarlo. Lo único que consigue animarme son las videollamadas que hacemos todas las noches, cuando los dos estamos en la cama, después de trabajar durante todo el día. Uno de los dos siempre se acaba durmiendo primero y el otro deja la llamada hasta la mañana siguiente, para empezar el día bien.

Eso último fue idea de Alex, porque yo fui la que se quedó dormida la primera vez. Cuando me desperté a la mañana siguiente, me sorprendió verlo desayunando y mirándome dormir con una sonrisa permanente en el rostro.

–Liv –me llama la atención. Miro la pantalla de mi ordenador, donde se encuentra Alex, mirándome con una expresión divertida–. ¿Me estás escuchando?

–Lo siento, estaba distraída –admito sonrojándome–. ¿Qué me estabas diciendo? –Alex se ríe, provocando que miles de mariposas revoloteen en mi estómago. Echo de menos escuchar su risa en vivo y directo.

–No es nada importante, solo que hoy he hecho algunas fotos y he tenido que borrarlas todas porque no me han acabado convenciendo. He perdido un día de trabajo.

–Todavía tienes tres semanas más, no te preocupes por eso –lo escucho suspirar con indicación.

–¿Qué quieres? –exclama molesto cuando Abby entra en la habitación.

Una punzada de celos me atraviesa el pecho cuando escucho a Alex pronunciar el nombre de esa chica. Abby me cae bien, es agradable, y sé que mi novio no tiene ningún interés en ella, pero no puedo evitar sentirme así. Quiero confiar en Alex, pero me resulta muy difícil cuando están los dos solos en Seattle, y van a seguir estándolo durante tres semanas más.

Pueden pasar muchas cosas en tres semanas.

–¿Estás hablando con tu novia? –veo la cabeza de la rubia a través de mi móvil– ¡Hola Liv!

–Olivia –la corrige Alex, haciéndome sonreír. Solo a él le permito que me diga Liv, y él lo sabe.

–Hola Abby, espero que Alex se esté portando bien en Seattle.

–Bueno, se porta todo lo bien que puede. Es un ser odioso, aburrido, antipático e impuntual –me río cuando Alex la mira mal–. Me ha dicho que dentro de una semana es tu cumpleaños, ¿ya le has dicho qué quieres que te compre? Aprovecha que tiene dinero para pedirle lo que sea –niego con la cabeza.

–No quiere que le compre nada, no te creas que no hemos hablado del tema.

Es cierto, no quiero que Alex se gaste dinero en mí, tengo suficiente con estar con él y contar con su apoyo para todo lo que hago. Es reconfortante tener a alguien cerca que me anime y apoye de la forma como él lo hace. No necesito ningún regalo, aunque un poco de helado estaría bien, quizás alguna hamburguesa.

–¿No quieres nada? –Abby mira extrañada a Alex, que se encoge de hombros.

–No hay nada que me haga falta, y en ese caso, tengo dinero, yo misma me lo compraría –Abby hace una mueca. Debe de pensar que estoy loca por no querer regalos de cumpleaños.

–Bueno, es tu decisión –me habla antes de volver a dirigirse a Alex–. Mañana salimos a las siete para que puedas fotografiar el amanecer, así que tienes que estar listo a las seis y media.

–Está bien. Si eso es todo lo que tenías que decirme, ya puedes marcharte, has interrumpido mi sexo telefónico.

–¡Alex! –chillo avergonzada. Suelta una carcajada y esquiva la cachetada que Abby le lanza.

Como Una EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora