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OLIVIA

La semana ha pasado demasiado rápido y cada segundo que pasa puedo sentir cómo el sentimiento de tristeza va aumentando en mi pecho. Nick se marcha hoy, en unos minutos sale su avión y Alex ha tenido la amabilidad de llevarnos al aeropuerto para no tener que coger un taxi que nos retrase, aunque creo que ahora lamenta el haberse ofrecido a traernos. De haberse quedado en casa, no tendría que enfrentarse a una chica llorando.

–Prométeme que vas a volver pronto –digo con lágrimas en los ojos. Me da igual llorar delante de Alex, ahora mismo no puedo evitarlo.

Mi hermano se va y no sé cuándo volverá. Tengo derecho a llorar.

–Lo prometo, cariño –me envuelve entre sus brazos y me permito oler por última vez la fragancia de su colonia favorita–. Aunque la próxima vez, mamá y papá vendrán conmigo –sonrío, a pesar de las lágrimas.

–Eso sería genial. Los echo de menos.

Los altavoces que rodean todo el aeropuerto suenan de nuevo, una voz electrónica de mujer nombra el número del vuelo de Nick, que me abraza por última vez antes de darme un tierno beso en la frente.

–Te avisaré cuando llegue.

–Por favor.

–Te quiero mucho, pequeña –me dedica una sonrisa calmada, aunque sé que por dentro lo único que quiere hacer es echarse a llorar. Sus ojos húmedos me dan la pista.

–Yo también te quiero, hermanito –le devuelvo la sonrisa.

–Cuídala bien, por favor, es la persona más importante que tengo –se acerca a Alex para despedirse con un apretón de manos.

–Creo que podré mantenerla con vida –pongo mis ojos en blanco ante el humor sarcástico de Alex.

Nick se marcha, despidiéndose una última vez con la mano mientras se aleja, y lo veo perderse entre la multitud, que camina apresurada para no perder su vuelo. Suelto un suspiro entrecortado, pero me tranquilizo al sentir el brazo de Alex sobre mis hombros. Me abraza con fuerza, atrayéndome a su pecho, en un esfuerzo gratificante para hacerme sentir bien.

–Siempre puedes ir tú misma a visitarlo.

–Odio volar, me da pánico, así que intento evitar hacerlo. Cuando vine aquí me pasé todo el vuelo vomitando.

–Entonces es un problema –Alex se ríe con suavidad, pegando sus labios a mi sien–. No llores más, por favor. Cuando menos te lo esperes, habrá vuelto –me hace caminar hacia su coche, aún abrazados.

–¿Sabes? Antes, cuando llegué a San Francisco, me sentí muy triste al ver que no tendría a mi familia para que me apoyara...

–¿Y ahora?

–Te tengo a ti –sonríe, satisfecho con mi respuesta.

–Sabes que siempre voy a estar ahí para apoyarte, ¿verdad?

–Lo sé– me río–. Parece mentira lo bien que nos llevamos, teniendo en cuenta que antes te odiaba.

–Bueno, del odio al amor hay un paso.

–Eso dicen.

Alex cubre el silencio que se forma poniendo una canción en la radio. La melodía de la canción de Jaymes Young, Infinity, suena en el coche, evitando así que se forme cualquier tipo de tensión o silencio incómodo.

Dejo mi móvil a un lado, que vibra anunciándome de un nuevo mensaje de Zach, y pienso en mi conversación con Nick en la playa. Pienso en las palabras tan bonitas que me dijo sobre el amor, y al instante miro a Alex, que sonríe despreocupado cuando nota mi mirada.

Como Una EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora