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OLIVIA

Cuando me despierto, no encuentro a Alex por ninguna parte, no me ha dejado ningún tipo de mensaje o pista que me indique a dónde ha ido. Solo espero que no haya ido a ver a Zach, sé que Alex es mucho más fuerte que él, pero puede tener problemas igualmente.

Me hago la cena y mientras como, llamo a Alex unas cuatro veces, esperando diez minutos para cada vez. La llamada da tono, espero pacientemente, pero luego se corta. Mi preocupación va en aumento a medida que pasan los segundos, los minutos y las horas. Alex sigue sin dar señales de vida.

–Tiene que estar bien, es Alex, lleva desde los dieciocho años saliendo adelante solo, sin ayuda, no le va a pasar nada. Sabe cuidarse –me anima Joseph.

Tanto él como Danna han venido para animarme, por lo del vídeo y por la desaparición tan repentina de Alex. Han pasado tres horas, es la una de la mañana, y seguimos sin tener noticias de él.

–Que sepa cuidar de sí mismo no evita que me preocupe por él.

Mi móvil vibra sobre el cristal de la mesa. Un número desconocido y muy largo me llama. Cojo el móvil con dedos temblorosos y voy al pasillo para contestar a la llamada.

–¿Sí? –susurro, sin despegar la vista del cuadro que cuelga de la pared, una de las fotografías que Alex ha realizado.

–No sabes lo feliz que me pone escucharte, cielo –la voz de Alex suena a través del aparato. Suspiro aliviada al escucharlo.

–¿Alex? ¿Dónde estás? ¿Estás bien? ¿Por qué no me has dejado ningún mensaje?

–Es una historia larga, y no tengo mucho tiempo. Necesito que vengas a comisaría, Joseph sabe el camino, dile que te lleve.

–¿Qué haces en comisaría?

–Luego te lo explico –la llamada se corta.

Camino hacia el salón, con la mirada fija en Joseph, que se pone en pie al verme, lo más seguro es que mi piel se haya vuelto pálida ante la posibilidad de que Alex se haya metido en problemas judiciales.

–Necesito que me lleves a comisaría –le digo a Joseph, que me mira incrédulo.

«» «» «»

Las puertas de comisaría se abren cuando paso por ellas apresuradamente. Pregunto por Alex al primer policía que encuentro, sin importarme si está ocupado o no. Rápidamente me responde y me guía hacia la sala donde lo tienen encerrado.

Está esposado con las manos en la espalda. Cuando me ve, se levanta del banquillo en el que se encuentra sentado y se acerca a mí, ignorando la mirada de advertencia del policía.

–¿Cómo has acabado aquí? –me fijo en las manchas de sangre de su camiseta– ¿Qué has hecho? –lo abrazo con fuerza. Toda la tarde preocupada y el muy idiota está detenido.

–Le he dado una paliza a Zach. Llevo cuatro horas encerrado aquí, y tengo mucha hambre y sueño. Quiero irme a mi casa.

–Dios mío, Alex... –suspiro– ¿Dónde está Zach? ¿A él también lo han detenido?

–Está en el hospital –se encoge de hombros. Claro, no le importa lo más mínimo–. Liv, tienes que coger mi móvil y llamar a Abby, ella puede sacarme de aquí –la mención de esa chica provoca una reacción negativa en mí, sin embargo, ya no me siento celosa, no después de saber que entre ella y Alex no hay nada.

–¿Dónde está? –me separo de él.

–Me lo han quitado –mira al policía–. Dale mi móvil, capullo –hago una exclamación al escuchar el insulto.

Como Una EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora