EXTRA Navidad

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Tres años después...

ALEXANDRE

—Sabes que odio volar.

—¿No te hace feliz volver a San Francisco?

—Podríamos ir en coche.

—Demasiadas horas de camino, cielo.

—Pues en barco.

—¿En barco? No estoy seguro de que esa opción exista.

—Odio volar —repite Olivia, evitando mirar el bonito paisaje nublado que se reproduce a través de la ventana del avión.

—Por eso mismo me he sentado junto a la ventana.

—Ciérrala.

—No.

—Te has vuelto un cascarrabias.

—Que a una directora famosa le dé miedo volar. Estás cayendo.

—Alexandre estás próximo a obtener el divorcio.

—¿Piensas pedirme el divorcio en Navidad? ¿Qué clase de monstruo eres?

—¿Qué es el divorcio? —pregunta Henry, mi pequeño hijo mirándonos con la curiosidad iluminando su bonito rostro.

—Se van a separar —comenta Valerie por nosotros. A Henry se le llenan los ojos de lágrimas casi al instante.

—¿No nos queréis?

—No es eso a lo que me refería, Henry.

—Solo estamos bromeando. Además, ¿qué hacéis escuchando nuestra conversación?

—Nos aburrimos —se queja Nathan, cruzándose de brazos.

—Podéis ir a jugar con Abby —miro a Olivia, esperando que me dé su afirmación, pero se limita a estar con su móvil, ajena a todo lo que la rodea.

Últimamente se pasa todo el día así, pero solo para ignorarnos. Tampoco se dignó a prestarnos atención cuando le dimos su regalo de cumpleaños cuatro días atrás. Aún sigo enfadado por eso, pero ella ni siquiera se ha percatado de mi molestia. No sé qué demonios le ocurre para que actúe con tanta indiferencia.

—¿Qué haces?

—Hablando con Tony.

—Ah. Tony.

Olivia se ha encargado de hacerlo su representante. El chico no tiene ni idea del tema, pero aún así el muy idiota no se ha atrevido a negarse. Le dejé muy claro mi desacuerdo a Liv con mi idea, pero ella hizo caso omiso a mis palabras, como a casi todo, estas últimas semanas.

—Los niños se aburren.

Espero algún tipo de respuesta, pero no consigo nada.

Sería tentador tirar el móvil por la ventana del avión.

—¡Abby! —grito, sacando el mío del bolsillo. A los pocos segundos aparece frente a nosotros.

—¿Sí?

—¿Podrías jugar con los niños? Están algo aburridos.

—Tengo cosas que hacer.

—Te pago para algo, Abigail.

—No para hacer de canguro, Alexandre.

—Te doblaré el sueldo —sugiero con aire distraído, comprobando la hora en el móvil.

—Vamos niños, ¿a qué os apetece jugar?

Mis tres hijos se levantan de un salto del sillón y se marchan con Abby a ver al piloto. Rápidamente considero que es una mala idea ir a distraerlo en mitad del vuelo, pero igual de rápido que la he pensado, la descarto. En realidad me da igual lo que hagan, si eso quiere decir que se divierten.

Como Una EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora