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OLIVIA

Me dejo caer en el sofá nada más llegar a casa, después de trabajar durante todo el día, aunque no es que tenga que hacer mucho esfuerzo físico durante el trabajo, estar detrás de una pantalla durante horas me cansa la vista y me provoca dolor de cabeza, sin embargo, no puedo quejarme porque me encanta el trabajo y el cargo que tengo. 

Ya llevo dos semanas trabajando, aunque aún no he hecho nada de lo más importante y todavía hay cosas que me quedan por aprender. Todos los días llego a mi puesto con una sonrisa, deseando trabajar, supongo que soy rara por ser la única que está deseando ir a su trabajo, normalmente la gente está deseando que sean las vacaciones para poder descansar, mi caso no es así, aunque repito que la mayor parte de lo que yo tengo que hacer es sentarme tras una pantalla y hacer o editar vídeos, supongo que eso le gustaría a cualquiera.

Escucho la puerta de la habitación de Alex abrirse y dos segundos después, cerrarse. Mi compañero de piso, el chico que empecé odiando pero con el que ahora he empezado una extraña relación de amistad, sale de su habitación con una sonrisa, y como siempre, me da la bienvenida.

–¿Qué tal tu día?

–No ha pasado nada realmente importante, lo de siempre –me aparta las piernas del sofá para sentarse, y las deja descansar sobre las suyas.

–¿Tienes algún día libre? Mañana o el domingo podemos ir a hacer algo, todavía no has ido a ver el Golden Gate y eso no puedo tolerarlo. Eres una pésima turista –sonrío cansada, apoyando mi cabeza en el respaldo del sofá y encogiéndome de hombros.

–Me encantaría ir al Golden Gate, pero mañana tengo que trabajar y el domingo he quedado con Danna para ir a tomar algo.

–Oh, bueno, otro día entonces –asiento, mientras cojo mi móvil y miro el mensaje que me ha llegado. Número desconocido.

–Alguien me ha escrito.

–¿Quién?

–No sé quién es –Alex coge mi móvil y mira el mensaje con el ceño fruncido.

–Bloquéalo –dice con simpleza, devolviéndomelo.

–No, quiero saber quien es –pone los ojos en blanco y se levanta para coger su móvil, el que ha empezado a sonar y a vibrar sobre la mesa. Lo escucho suspirar pesadamente al ver quién lo llama.

–¿Qué pasa? –el estado de ánimo de Alex cambia al contestar a la llamada. Lo miro con curiosidad por saber quién es y veo que se está pellizcando el puente de la nariz y tiene los ojos entrecerrados, siempre suele hacer eso cuando está enfadado o irritado– Ni se te ocurra... Me importa una mierda, mamá –gruñe con molestia, apretando los puños–. No vuelvas a llamarme –cuelga la llamada y tira el móvil hacia el sofá, con la mala suerte de que rebota y se revienta contra el suelo–. Joder.

–Solo se ha roto un poco la pantalla –digo cuando lo cojo, intentando suavizar la situación, pero no lo consigo. ¿Por qué se enfada tanto?

–Me importa una mierda la pantalla, Olivia –se pasa las manos por el pelo y camina hacia la cocina, para coger una lata de cerveza.

–¿Qué ha pasado?

–No te importa –suspiro y me tiendo en el sofá, dispuesta a ignorarlo. Está claro que ahora no se le puede hablar. Sigo teniendo en cuenta su consejo–. Es el cumpleaños de mi padre –dice después de un rato. Lo miro de reojo, pero no digo nada–. Mi madre quiere que vaya.

–Y tú no quieres ir –deduzco y acierto.

–Exacto.

–¿Por qué?

Como Una EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora