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Mientras el resto buscaba los fragmentos de mapa, Asmodeo se recuperaba de sus dolores como podía.

-¡Mierda!-gritó entre lágrimas mientras intentaba levantarse de la cama-¡mierda! ¡No lo permitiré! ¡Nadie me volverá a ganar nunca más!

-¡Asmodeo! Cálmate porfavor, túmbate tranquilo, no puedes hacer nada-le dijo su acompañante en ese momento.

-¡ya lo sé! ¡Eso es lo que más me jode! ¡Quiero luchar! ¡Moriré si es necesario pero acabaré con ese malnacido!-Asmodeo dejó de intentar levantarse y se dejó caer sobre la cama-pensar que todos luchan mientras yo estoy aquí, siento una impotencia bestial que no puedo remediar de ninguna manera, quiero luchar ahí fuera, quiero morir por honor y quiero que se reconozca mi talento.

-Asmodeo, aunque no puedas moverte, te sacaré fuera y podrás practicar con tu poder, haz que me sienta orgullosa de ti.

-¿harías eso por mi? Gracias, no suelo hacer promesas vacías, pero te lo agradeceré desde el cielo, si es que hay uno claro...

Su acompañante levantó a Asmodeo, agarró una silla de ruedas y subieron juntos. Salieron afuera donde Asmodeo se sentó y sacó su poder.

-esta va para ti, madre-dijo mirando al cielo y empezó a tocar, ese día el tiempo era maravilloso, estaban en un templo en un prado y el sol irradiaba felicidad.

La melodía que tocó era feliz, pero a la vez fúnebre y triste. Miró al cielo y vio reflejada en una nube a su familia y a sus antiguos amigos, ahora ya ninguno estaba para el, o habían muerto o lo habían traicionado.

Pero no estaba allí para eso, tenía que prepararse para su duelo y eso fue lo que hizo, le llevaron un saco de arroz que colgaron de un árbol y estuvo golpeándolo una hora, las manos se le quedaron rojas pero eso no sería suficiente, entrenó de muchas formas distintas hasta caer rendido a la noche, calló de la silla de ruedas desmayado por el esfuerzo y lo llevaron a que descansase.

Para sorpresa de todo el mundo pocos días después ya se había recuperado del todo y fue directo a seguir entrenando.
Esta vez peleó de verdad contra un refugiado en el templo que había sido luchador de boxeo pero se había retirado por una lesión y se había unido al credo en secreto. Pero no solo debía pelear, hizo una cantidad inhumana de flexiones y no le permitieron seguir porque se le abriría la herida.

En ese tiempo en el que entrenaba cada cierto tiempo sus amigos lo visitaban y por suerte la agencia de seguridad estuvo tranquila y no atacó ningún templo más en ese tiempo.

También fue testigo de cómo todo el mundo se preparaba por si los atacaban, rodearon los alrededores de trampas y improvisados puestos de vigilancia, no se le permitía salir a ciertas horas por si había alguien espiando en la distancia y los veía.

Y finalmente, dos días antes de duelo, el equipo llegó con todos los fragmentos que les faltaban, pero un día antes de eso, Asmodeo había conocido a una dupla que también era parte del credo, una dupla de dos chicos no mucho más mayores que el.

-¿así que tú eres Asmodeo? Me dijeron que te vas a batir en duelo con el tipo que nos está arrasando, increíble, cuando pierdas, limpiaré tus restos y yo mismo me encargaré de derrotarlo.

-si tienes algún problema lo resolvemos a patadas, si fuésemos personajes de una serie tú solo podrías ganar por fuerza del guión, pero esto es la vida real, y vas a morir en algún agujero o pisando alguna mina por idiota, o quizás te coman los perros, o te mueras de hambre jodido desnutrido de mierda.

-hey, relájate viejo, no dijo nada malo, lo dijo de broma, y tú, haber si te relajas también-dijo su compañero-perdona la molestia, mi nombre es Raúl y el suyo Daniel, siempre anda malhumorado.

-tranquilo, tratando con tontos que se creen más de lo que son soy experto.

El credoWhere stories live. Discover now