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Noviembre 1999

dos semanas antes

Cuando Isobel llegó a casa, encontró a Maggie en la sala de estar. El rostro de su madre estaba serio; su túnica verde de San Mungo se asomaba por la manta bajo la que se acurrucaba. No levantó la vista, ni siquiera se inmutó cuando Isobel entró en la habitación. Se limitó a mirar fijamente la mesa de centro. 

Isobel se quitó el abrigo y se sentó en silencio junto a su madre, rezando para que no mencionara el maquillaje que llevaba. 

—El hospital estaba sobrecargado de personal—dijo Maggie, finalmente. Su voz sonaba ronca.—Pregunté si podía volver a casa. No me sentía bien.

Isobel juntó las manos en su regazo. Lucius la había dejado sola en el callejón; había permanecido allí durante quince minutos. Medio tratando de comprender lo que acababa de suceder, medio tratando de elaborar una excusa para dar a su madre, para explicar por qué no había estado en casa. Se lanzó a ello:

—Siento no haber estado aquí. Fui a una playa en Scarborough, pero no hablé con nadie, lo prometo. Es que a veces tengo que salir de casa. No puedes tenerme encerrada aquí para siempre.—Su madre no la miró, así que Isobel dijo con cuidado.—Creo que debería conseguir un trabajo. Si no en el mundo mágico, entonces un trabajo en el pueblo cercano. Quiero ser más independiente económicamente y... quiero salir más...—se interrumpió.—¿Mamá? ¿Qué opinas, podría conseguir un trabajo?

Maggie asintió distraídamente. Luego dijo.—Hay una bufanda en la cocina. No es tuya.

—Es nueva.—dijo Isobel rápidamente, despreciándose a sí misma por no haber sido más cuidadosa. Intentó recordar cómo era la bufanda de Ginny.—El otro día tuve frío en la playa. Así que me la compré.

Maggie levantó la cara para mirar a Isobel; sin previo aviso, se arrugó.—No quería que fuera así.—dijo, con lágrimas brillando en sus ojos.—Nosotras... mintiendo la una a la otra, todo el tiempo. Solíamos estar unidas.

—No nos mentimos tanto.—dijo Isobel, pero las palabras le parecieron ridículas. Tomó aire.—¿Qué más hay, entonces? ¿En qué más me has mentido?

Maggie cerró una mano fría y fina sobre la de Isobel. Una lágrima se había escapado: brillaba en la curva de su pómulo.—Quizá, por mi parte, sean más bien omisiones que mentiras.

—¿Qué has omitido, entonces?—preguntó Isobel. Pensó en Draco, pensó en el duro agarre de Lucius en su brazo. Mi hijo se va a casar con Astoria Greengrass. Se preguntó si su madre sabía del matrimonio. 

Su madre habló lentamente.—Sabía cómo lanzar un encantamiento protector en tu collar debido a las experiencias que he tenido en San Mungo. Porque otras personas que lanzan esos amuletos han tenido que ser llevadas al hospital. Hay una razón por la que no es un hechizo muy conocido...—Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas.—Isobel, las vidas no se salvan fácilmente, cuando la magia oscura ha estado involucrada. Siempre hay algún coste. Las joyas encantadas tienen un alto porcentaje de éxito para desviar la magia oscura, pero no funcionan sin algo a cambio.

—¿Qué cosa a cambio?—preguntó Isobel. Su corazón latía rápidamente. 

—El amuleto era sólo una precaución, por supuesto.—dijo Maggie.—Esperaba que nunca te encontraras en peligro, pero tú... los círculos en los que estabas metida...

Maggie llamó la atención de Isobel, y entonces, tomó la oportunidad.—Sé lo de Draco Malfoy.

—¿Cómo lo...

—No importa. No he hablado con él.—La voz de Isobel temblaba de aprensión.—Por favor, continúa.

Su madre suspiró con fuerza. Luego miró a su hija y dijo:

dear draco, 2 || TRADUCCIÓN ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora