dear draco, 2 || TRADUCCIÓN ||

thirty-four

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i s o b e l

Isobel se hundió en el suelo. Se llevó las palmas de las manos a la cara y cerró los ojos con fuerza.

Se había ido. Después de cada encuentro cercano, de cada preocupación y de cada recelo de que pudiera ocurrir algo, de que uno de ellos se viera obligado a marcharse... Se había ido. Había sucedido de verdad.

Sentía el pecho apretado y su respiración era superficial. Miró hacia arriba y a su alrededor, a las estrellas de plástico. El hechizo que había lanzado para realzar su brillo se había retirado y ahora parecían apagadas, con el color apagado. El espacio vacío parecía estar muy lejos de la mágica y luminosa habitación verde que había sido días atrás.

Se obligó a levantarse y salió de la habitación con las piernas temblorosas. También dejó las estrellas. No podía soportar quitarlas.

La sala de estar estaba completamente vacía. No quedaba ni una sola pertenencia, ni siquiera un trozo de basura abandonado en un rincón. Abrió uno a uno los armarios de la cocina, pero todos estaban vacíos.

Sus ventanas seguían abiertas de par en par. Esa, al menos, era la única señal de que alguna vez había vivido aquí. Que no todo había sido un sueño.

Cuando se acercó a la ventana, vio una pequeña flor blanca y seca en el alféizar. La tomó y la sostuvo en su temblorosa palma, y se preguntó de dónde había salido. Draco no parecía el tipo de persona que guardaba flores por su estética.

—¿Hola?

Isobel se volvió. En su conmoción al ver el apartamento vacío de Draco, se había olvidado de cerrar su puerta. En la puerta, ahora, estaba Emily, mirando nerviosamente el apartamento.

—Hola.—dijo Isobel. No pudo hacer más.

Emily miró la habitación vacía con una expresión de desconcierto.—¿Se ha mudado Draco?

Isobel asintió. Metió la flor en el bolsillo de su abrigo.—Sólo por hoy, creo.

—Qué raro.—dijo Emily.—He estado en casa todo el día y no he oído nada.

—¿Oíste alguna visita, por casualidad?—preguntó Isobel.—¿Ha venido alguien a verlo?

Emily negó con la cabeza.—Hoy no he oído nada. Aunque ahora que lo mencionas, anoche escuché una discusión...—Frunció el ceño.—Había voces elevadas. Había un hombre...

—¿Oíste algo de lo que dijeron?

—La verdad es que no, era la mitad de la noche...—Emily inclinó la cabeza, con cara de preocupación.—¿No sabías que planeaba mudarse, Daphne?

—Oh.—dijo Isobel.—Mi nombre es Isobel, en realidad. Lo siento, yo...—Sacudió la cabeza.—No importa.

—Creía que te llamabas Daphne.

Isobel se giró hacia la ventana, apenas registrando la confusión de Emily. Si una parte de ella había esperado que algo malo sucediera en Navidad, no había esperado que sucediera tan pronto. Y no así. No había esperado que le robaran a Draco, que toda su presencia desapareciera sin dejar rastro.

Oyó a Emily dar pasos vacilantes hacia el apartamento.—¿Sabe quién pudo ser el hombre? ¿El que le gritaba anoche?

Los ojos de Isobel pasaron de la esquina de la calle al sombrío callejón.—Era su padre.