Hacía frío dentro de las Caldero Chorreante. Isobel llevaba al menos tres capas de ropa, y aun así, temblaba.Tres capas de ropa y aun así, cuando se llevó la mano al pecho, pudo sentir los latidos de su corazón a través de ellas.
Estaba sentada en una cabina redonda en el fondo del bar. Eran la una y diez.
La noche anterior sólo había hablado con Draco durante unos minutos. O intentó hablar con él. Él había estado tan borracho, y tan perplejo por su presencia, y ella había sentido una ola de culpa cada vez que él le había dirigido esa mirada triste e incrédula. Como si quisiera creer que ella estaba allí, frente a él. Pero no podía ser cierto.
Ella no había sabido qué hacer. No había habido ningún plan, ninguna estrategia. No había un camino trillado que ella pudiera seguir. Así que, en su inseguridad y ligera burla, había tomado el único trozo de pergamino que llevaba encima. La carta, su preciada carta a la que se había aferrado durante meses, que había sostenido en su puño como si fuera una parte de ella; y la había roto. Había rasgado directamente las melancólicas palabras de Draco y había garabateado una nota en el otro lado. Una invitación a reunirse con ella aquí, para que pudieran hablar; para que pudieran finalmente resolver todo.
Su rodilla se agitó nerviosamente bajo la mesa. Empezaba a darse cuenta de cuántas cosas podrían haber salido mal con aquella invitación.
El Caldero Chorreante estaba casi vacío, dado que era la hora de comer en un fin de semana. Varias personas se encontraban dispersas por la sala, y sus rostros apenas eran visibles desde donde estaba sentada Isobel. Había comprado una cerveza para ella: estaba sin tocar en el centro de la polvorienta mesa.
Al fondo del lugar estaba la entrada al Callejón Diagon. No sabía por dónde vendría Draco, si es que alguna vez aparecía. Eso la angustiaba aún más: no sabía dónde mirar. No sabía a qué puerta debía mirar para prepararse para su entrada.
La aguja más larga de su reloj marcó las tres. Llegaba quince minutos tarde.
Estaba bien, si llegaba tarde. Era normal. No era algo de lo que preocuparse.
Pero Dios, estaba preocupada. Anoche había sido diferente cuando lo vio. Se había movido por la adrenalina y el alcohol, por su ira hacia Lucius Malfoy. Ahora, sus pensamientos eran agresivamente claros.
En primer lugar, no se podía sacar ninguna conclusión de un matrimonio arreglado. El hecho de que alguien hubiera planeado que Draco se casara con Astoria no significaba que no le gustara, ni siquiera que la amara. No significaba que no estuviera dispuesto a casarse con ella.
En segundo lugar, Lucius Malfoy era más que una pequeña molestia. La familia de Draco era poderosa, e Isobel se preocupaba de que la hubieran interceptado de alguna manera. Estaba segura de que si Lucius se había enterado de lo de anoche, estaría involucrado ahora, de alguna manera -ya sea impidiendo que Draco se acercara a ella ahora, o uniéndose a él... Si Draco llegaba acompañado de sus padres, o de Astoria... Isobel no creía que pudiera soportarlo.
Por último, había sido una estupidez por su parte invitarlo aquí con una nota puesta en manos de un borracho. Suponer que una nota era un método de comunicación suficiente y fiable, que él no la extraviaría en su estado de embriaguez. Había sido estúpida al suponer que él recordaría la noche anterior.
La pérdida de memoria era algo formidable, les había robado momentos, meses, años. Las emociones. No sólo había hecho agujeros en su tapiz, sino que lo había destrozado por completo. Y ella se aferraba a los hilos.
Era una tontería preocuparse ahora, lo sabía. Era una tontería pensar demasiado en todo cuando podría estar a unos minutos de hablar con él. Pero se le revolvió el estómago, se le aceleró la respiración y el aire ahumado y nebuloso del bar se abrió paso hasta su boca y sus pulmones.

ESTÁS LEYENDO
dear draco, 2 || TRADUCCIÓN ||
Fanfictiondear, draco parte II traducida al español; •mi queridísimo amor• original by: malfoyuh traducción autorizada. cover by: @M-MaxMalfoy <3