[2] ©Capítulo Siete: "𝚋𝚞𝚝".

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Los días habían pasado, y Helena no sabía nada de Mateo por ahora desde aquella tarde. Y ella tampoco quería saber nada de él; había perdido su trabajo por no saber justificar su falta, no podía decirlo y todo por la culpa de Mateo Palacios. Se encontraba muy enojada, triste y nostálgica. A Catalina se le hacía muy raro su comportamiento, como sus padres y Juliana, hasta su propio hijo. Aunque estaba enojada con él, lo extrañaba pero lo mejor era que estuviera lejos de ella y de su hijo. Todo era una locura.

Era viernes y Mateo ya había salido del jardín. Eran las ocho de la noche, y él jugaba en el living mientras miraba la televisión, y Helena se la pasaba pensando en qué iba a hacer.

Se sentía sola y frustrada: se guardaba todo; Samuel no le mandó más mensajes, ni le respondió los que les envío Helena. Se sentía una estúpida y mala persona. Tenía razón al estar enojado por su culpa.

Dicen que sí te pasa algo malo, te pasan todas en una; y así fue... Volvió el amor de su vida, a la vida. Perdió su empleo, que tanto se rompió el lomo para ganarse el puesto. Tiene sabido de que su hijo y ella están en peligro. Y por último, tenía que fijarse adónde iría a vivir ahora en estas circunstancias.

Se hallaba muy deprimida.

[]

En el refugio Mateo se encontraba en la sala común, observando fijamente la chimenea y el ardiente fuego. No dejaba de dolerle y molestarle la situación que había pasado hace unos días atrás con la madre de su hijo. No sabía qué a hacer. Se sentía muy frustrado, solo y asustado. Todo lo que estaba pasando, era una montaña rusa.

—Hey, Teo — habló el ojiazul, acercándose hacia y se sentó a su lado —. Déjate de hacerte la cabeza, córtala. Andá a buscarla, la cosa está complicada como para dejarla sola allá y con tu hijo. Ya pasaron un par de días, las cosas deberían estar más tranquilas... Aclaren las cosas.
O sea, te veo acá: mal, y me pone mal. Tenés que arreglar las cosas, no por vos o Helena, por tu hijo, bro. Ya no son ustedes dos, ahora está Mateo. Y tienen que pensar en él —. Me dijo.

Mateo lo miró neutral.

—Ya quisiera, Valentín. Pero ella no me quiere ni ver, le cagué la vida. Fui un estúpido cuando era un pendejo, la metí en bardos que ella no tenía nada que ver o estar. Y ahora, que ella pudo salir adelante; la re cagué. Me siento pésimo, me tiene miedo. Me pidió que me alejara de ella y de nuestro hijo, salvo si dejaba esta vida; pero ahora no la puedo dejar, tengo que terminar con esto y eso es lo que no entienda. Más quisiera también dejarla, pero no puedo... Además, ¿qué va a hacer mi vida? Nada, porque no soy nadie.

Valentín rió.

—No todo se trata de tener un título en la mano, valen otras cosas; humildad, perseverancia, generosidad y sobre todo el respeto y la realtad, Mateo — le dijo Wos, sonriéndole a medias —. Sé que la gente no ve exactamente eso, pero sí la vida; y la ve muy bien —. Finalizó.

El pelinegro tragó seco.

—También sé que tuviste tus errores y tenés que terminar lo que empezaste por los mismos, pero eso no quiere decir que seas malo: a uno lo hacen malo, y sólo está en vos si querés cambiarlo. Por algo, vuelvo a repetirlo, la vida te dió una segunda oportunidad, Teo. Aprovéchala y pensá bien tu jugada... La vida te está probando... — canturreó al final, sonriendo levemente y se levantó del sillón, dejándolo pensativo.

Valentín se acercó a la puerta.

—Eu, Valen.

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