©Capítulo Diecisiete: "𝚊𝚗𝚍".

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𝙿𝙾𝚅' 𝙾𝚖𝚗𝚒𝚜𝚌𝚒𝚎𝚗𝚝𝚎.


Mateo se hallaba conduciendo en una camioneta Chevrolet mientras Helena iba de copiloto, y Camilo y Catalina de acompañantes. Se encontraban en una ruta un poco solitaria, yendo a la nada misma para pasar la tarde. El pelinegro se iba a adentrar en un bosque y a los demás le pareció bien.

—Bueno, llegamo' — habló Mateo, doblando el volante para girar la camioneta mientras lo volvía a acomodar en su lugar a los segundos.

Camilo lo interrumpió.

—Estacioná ahí, así nadie rompe las pelotas.— le indicó su amigo.

Este le hizo caso y lo estacionó. Todos se bajaron de la camioneta al mismo tiempo y se dirigieron a la parte trasera. Camilo abrió el baúl y agarraron algunas armas que trajeron y las mochilas de las chicas.

—Esta tuya, ¿no, amor? — le preguntó Mateo a su nueva novia; que llevan casi un mes de novios.

Helena le sonrió.

—Sí, es mía — le respondió mientras la tomaba y se la colocaba detrás su espalda, acomodándosela.

—"Amir" — chilló Camilo haciéndoles una mueca —... Andá, pollerudo.

Catalina rió y lo abrazó por los hombros mientras besaba su mejilla izquierda, cariñosa.

—Ajá, y después soy yo el pollerudo. Andá, puto.— le cabeceó Mateo, pasando su brazo derecho alrededor de los hombros de su chica, divertido.

Camilo miró a Catalina, serio.

—Bebé, te dije que frente a la gente no... — le reprochó con amabilidad y ella besó sus labios, inocente. Camilo no se pudo resistir — Agh, te amo. — dijo.

Se sonrieron.

—¡Vamos, avancen, loco! — gritaron Mateo y Helena un poco lejos de ellos.

Los vieron.

—¡Ahí vamos! — gritaron igual y comenzaron a perseguirlos con un poco más de apuro para alcanzarlos.

Llegaron a ellos y empezaron a caminar a la par. Comenzaron a explorar la gran mayoría del bosque hasta que los chicos decidieron platicar su puntería. Prepararon sus armas y apuntaron de repente.

—Tengan cuidado — habló Helena detrás suyo, nerviosa.

Mateo la miró.

—Tranquila, amor. Solo vamos a derribar algunas botellas y listo.— le dijo, tranquilizándola, mientras sonreía viéndola por el rabillo del ojo.

Asintió.

—Okey, está bien. Continúen.

El pelinegro abrió su mano dominante para exponer la membrana que tiene entre tu dedo índice y pulgar. Con la pistola en su otra mano, insertó la empuñadura del arma en la membrana de su mano dominante. Colocó su pulgar a un lado de la empuñadura, y usó sus dedos corazón, anular y meñique para agarrar con firmeza el otro lado de la empuñadura, justo debajo del guardamontes.

Relajó sus manos y se enderezó mejor.

Preparó su pistola para impactar al blanco, manteniendo su vista fija en la mira frontal. Soltó el gatillo luego de tomar un respiro dándole a la primera botella de vidrio que pusieron, y se preparó para el próximo disparo. Y le dió al blanco.

Dos aciertos.

Mateo bajó la pistola lentamente mientras se giraba para observar a su mejor amigo, que se encontraba pasmado por su buena puntería.

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