©Capítulo Trece: "𝙼𝚢".

2.3K 123 23
                                        


Maratón 2/2...


𝙿𝙾𝚅' 𝙾𝚖𝚗𝚒𝚜𝚌𝚒𝚎𝚗𝚝𝚎.


Todo el equipo se encontraban festejando aún, mientras bebían y bailaban recordando su gran misión cumplida. Pedro los felicitó, y les dejó la noche y el día libre. Todos estaban felices, excepto Helena y no podía disimular muy bien su cara.

—Teo, me quiero ir. ¿Me podrías llevar a casa? — le preguntó jalando su brazo mientras Mateo estaba con sus amigos, divirtiéndose.

Él la miró.

—¿No podrías esperar un poco más, Lenna? — bufó.

—Bien, me voy sola. Chau chicos, los veo luego. — ella empezó a caminar alejándose del grupo y acercándose hacia la salida, apresurada. Pero alguien se lo impidió tomando su codo izquierdo y atrayendo su cuerpo contra el otro, bruscamente.

Mateo la había frenado.

—¿Dónde creés que te vas? — la apegó más a él y la miró mal. Ella forcejeó su agarre y este la contuvo más fuerte —. No te mandás sola eh.

Le gruñó.

—Agh, déjame en paz, Mateo. Me quiero ir a mi casa, ¿qué? ¿No puedo ahora? — le hizo frente.

Él no se quedó atrás y también le hizo frente.

—Sí, pero no sola, nena malcriada. Y menos vestida así. ¿Vos aún no entendés cómo son las cosas acá, no? Este barrio no es joda, Helena. — le respondió de mala gana.

Ella jaló su brazo y salió de su agarre.

—Me importa tres carajos, total ya sé disparar y defenderme. Gracias por tanto, Teo. — habló con ironía y se marchó mientras Mateo volvía a perseguirla.

—¡Carajo! ¿Pero qué mierda te pasa conmigo? — la volvió a agarrar del codo para poder mirarla a los ojos.

Se miraron fijamente.

—¡Nada, me quiero ir! ¿No me podés hacer ese favor? — le reprochó, alterada ante su pregunta.

Él se quedó serio y la soltó a los segundos.

—Está bien, te llevo. Pero no te vas a librar tan fácil de mí, y vamos a hablar, te guste o no. — le advirtió avanzando a la salida mientras esta se maldecía por dentro.

Salieron del refugio y ambos estaban caminando en la calle, en silencio. Mateo caminó hacia un auto negro que se encontraba estacionado por ahí y se acercó, Helena lo observó con rareza ante el acercamiento.

—¿Qué hacés? — le preguntó.

La miró.

—Nos vamos en auto.

Helena soltó una risa sarcástica.

—¿En otro vehículo robado? — arqueó su ceja, incrédula.

El pelinegro la fulminó con la mirada.

—Es de mi viejo, nena. Me dijo que lo puedo usar, y no tengo ganas de andar en moto ni mucho menos discutir con vos. Así que te subís y cerrás bien el orto. — la agredió mientras le indicaba que se subiera.

Ella lo interrumpió.

—¿Y si no lo cierro? — avanzó hasta el auto y se quedó enfrente de este.

𝑨𝑻𝑹𝑬𝑽𝑰𝑫𝑶 ✓ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora