[2] ©Capítulo Dos: "𝙸 𝚔𝚗𝚘𝚠".

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𝙿𝙾𝚅' 𝙼𝚊𝚝𝚎𝚘.

Observé a mi izquierda la ventanilla del avión y pude seguir visualizando el cielo y las nubes. Estiré mi cuello con molestia y miré al frente con seriedad viendo a Biza enfrente mío. Intenté mover mis brazos pero no pude, tenía esposas en cada una de mis muñecas en los brazos del asiento.

—¿De dónde salimos, dónde estamos yendo? — le pregunté.

—De Tierra del Fuego, y nos estamos yendo a Buenos Aires. Nos quedan menos de media hora de viaje, llegaremos a las nueve de la noche. — respondió.

Lo miré fijamente.

—¿No confían en mí? — arqueé una ceja, medio divertido.

—Te conocemos, conocemos tu vida y cómo sos. Pero también sabemos que no sos de confiar rápido, además saliste de un coma de cinco años... Es obvio que estás confundido, angustiado y asustado. — se cruzó de brazos, serio.

—No tengo miedo — hablé rápidamente, molesto.

—Sí, claro — ironizó. — Por favor, Mateo. Perdiste todo y aún así saliste de un coma, encontrándote con gente desconocida y a la vez conocida. No sabías dónde estabas, hasta que te lo dije: Tierra del Fuego. Te mantuvimos cautivo ahí todos estos años, hasta que llegara el momento en que despertaras, porque sabíamos que lo ibas a hacer en algún momento. No tienes a nadie y por ahora estás "solo", obviamente estás cagado del miedo. Es la primera vez en que no sabes lo que va a pasar después de salir de este avión — me explicó.

Tragué seco.

—Y además tuviste suerte — fruncí el ceño. — Dicen que los comas duraderos traen más secuelas y vos no tenés ninguna por ahora. Recordás todo — rió —. Es algo obvio que la vida decidió que tu momento no había llegado, tenías que vivir... No sé para qué, pero sí sé por quién.

Volví a fruncir el ceño.

—¿Por quién?

Pregunté. Y de repente se sintió una gran turbulencia por todo el avión, Biza y yo nos miramos sin entender. El vehículo comenzó a moverse cada vez más fuerte y se ve que uno de los motores falló o no sé qué. El chico de la visera se levantó del asiento alarmado y se acercó a la cabina.

Miré mis brazos e intenté jalarlos para escapar, pero era algo inútil.

—¡Eh! ¡¿Qué ocurre?! — grité.

—¡Tenemos que aterrizar ahora, el motor se está recalentando! — gritaron.

Mierda. Luego de unos segundos pegué un salto en el asiento y me volví a sentar bruscamente por el movimiento brusco que hizo el avión, bajando a tierra firme. Iba a toda velocidad, apreté con ambas manos los brazos del asiento y escuché la barrera de sonido sonar por el límite físico que impide que objetos de gran tamaño se desplacen a velocidad supersónica. Sentía que íbamos a morir, pero después de varios minutos aterrizaron el avión con brusquedad y comenzaron a salir de este con miedo y apuro.

—¡Falto yo, maldita sea! — empecé a desesperarme para poder salir del avión.

¡Agh! Por qué mierda me esposaron, como si fuera tan fácil escaparse de un avión en movimiento, imbéciles.

De un momento a otro vi como Biza volvió y se acercó a mí. Empezó a quitarme las esposas pero se les cayeron las llaves, la puta madre.

—Para la próxima pensalo bien en esposar a alguien en un avión, imbécil. ¡Apresúrate! — le grité.

Él volvió a agarrar las llaves y me quitó las esposas definitivamente. Acaricié mis muñecas y me levanté de una del asiento. Este me tomó el brazo derecho y me jaló hacia la salida, se sentía mucha tensión en el vehículo, presentía que algo muy malo iba a suceder a continuación. Salimos del avión y bajamos rápidamente las escaleras. Corrimos lo más que pudimos hasta que sentimos y escuchamos como el motor del avión explotó fuertemente provocándonos que nos cayéramos al suelo con fuerza y tapáramos nuestras cabezas por protección.

𝑨𝑻𝑹𝑬𝑽𝑰𝑫𝑶 ✓ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora