©Capítulo Siete: "𝚌𝚘𝚖𝚎".

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Maratón 2/2.



𝙿𝙾𝚅' 𝙼𝚊𝚝𝚎𝚘.


Entraba y salía de ella como un demente desquiciado. La veía gozar y gritar, y me volvía totalmente loco. Dios, está tan buenísima que la quiero dejar paralítica. Mis embestialidades no paraban. En cualquier momento iba a llegar al clímax. Jalé su cabello con fuerza, unos minutos más tarde acabé dentro de ella y tapé su boca para que no soltara ningún gemido fuerte. La calentura se esfumó y la excitación terminó. Al terminar nuestro polvo la saqué de encima mío bruscamente y esta se levantó de mi regazo, entendiéndome.

La chica se cambió rápidamente y yo también a la vez. Cuando terminó su trabajo, le entregué un sobre y ella se esfumó dejándome un beso en mi mejilla derecha en forma de despedida. No le dije nada, ni ella a mí y se retiró de la oficina.

Pasé mis manos por mi rostro, continuaron por mis cabellos y los jalé con frustración. A los minutos tocaron la puerta y les dí el pase.

Era Camilo.

—Bro, sé qué te cebás cuando coges pero intentá taparle la boca la próxima vez. Se escuchó todo.— soltó una carcajada divertida y empezó a acercarse hacia el escritorio, cerrando la puerta a sus espaldas.

Lo miré con seriedad.

—Eh, ¿qué te pasa, nene? — me preguntó — Estás todo el tiempo con cara de orto, hermano. Te conseguí una minita ahí para que se te pase un poco y no sé, estás peor.— me reclamó.

—¿Qué, sos mi wacha ahora que me reclamás cosas? — le pregunté odioso.

Se rió.

—¿Quién es?

—¿Eh? — lo miré con extrañes.

—¡Dale, boludo! ¡Conmigo no! ¿Quién es la pibita que te tiene así?

Bufé. Me conoce tan bien este forro.

Helena.

Él se volvió a reír.

—Nah, jódeme. ¿Helena? O sea, ¿Lenna? La Lenna que yo conozco...— se sorprendió.

Asentí.

—Sí, ella. No sé, no me la puedo sacar de la cabeza. Boludo, estaba cogiendo con esa mina y la tenía a ella todo el tiempo. Me puede, me vuelve loco, o sea, me pide algo y yo un chasquido de dedos se lo doy. Sigue igual, es demasiado buena y yo... — reí sarcástico — una mierda, Camilo.

Sonrió.

—Mateo, dale, digamos que Helena siempre te pudo. Era divina y se notaba que te quería. El tema que vos decidiste alejarte de ella. — me dijo.

—¡Y bueno, Camilo! Lo tenía que hacer, ¿o acaso pensás que la iba a arriesgar a todo esto? Aunque... — recordé lo ocurrido ayer y me callé.

—¿Qué?

Suspiré.

—Ayer cuando pasó el tiroteo, dos patrullas me siguieron, bueno, eso lo sabés — le expliqué y él asintió —. Okey, ya no daba más y fui a la casa de Helena para ocultarme allá. Ya sé, no me digás nada... Es que no sabía qué hacer, la necesitaba. Igualmente ya sé que la re cagué, vió todo; mi arma, el chaleco, la bala, la herida. Es obvio que sospecha algo malo. Pero... decidí no contarle nada.— respondí.

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