©Capítulo Once: "𝙸".

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𝙿𝙾𝚅' 𝙷𝚎𝚕𝚎𝚗𝚊.


Me encontraba en clases de historia haciendo la tarea con Catalina al lado mío. Teníamos hasta la última hora para hacer el trabajo práctico y después entregarlo. El salón estaba en paz en silencio, el cual nunca sucede. Hasta que se escuchó una fuerte discusión que provenía del otro salón.

Todos nos sobresaltamos y nos miramos anodados.

—¡Palacios, vuelva aquí!

Escuché. Me maldecí por dentro al escuchar cómo Mateo se mete en quilombos otra vez. Carajo.

—¡No me rompás las pelotas, pajero. Andá con tu mujer que se te la están culiando por mamerto, pelotudo.— Lo mandó derechito a la mierda.

Mi profesor de historia también intentó frenarlo con el otro profesor de contabilidad al lado y se comió otra gran puteada de él. Algunos rieron, pero yo estaba preocupada por él, ¿por qué hace eso? El profesor volvió rendido y nos miró mal.

—¿De qué se rieron eh? ¡Hagan la tarea, y a la próxima que se ríen les bajo un punto por irrespetuosos! Vamos a ver quién se ríe último.— nos amenazó, enojado.

—Pelotudo... — mascullé por lo bajo.

El profesor escuchó.

—¿Qué dijo la señorita Rodríguez? A ver, dígalo delante de todos. Vamos. — me alentó, soberbio.

Lo miré mal.

—No se la agarre con nosotros si ese alumno lo insultó. Nosotros no tenemos la culpa de que tenga razón.— le respondí molesta, mirándolo.

Todo el salón murmuró mientras se reía. El profesor quedó sorprendido por mi respuesta, yo no soy así.

—¡Por irrespetuosa tiene un uno, y se va directo a la dirección! ¡Ahora! — me ordenó mientras me quitaba las hojas de las manos. Tragué seco.

Sin más, me levanté del asiento y tomé mis cosas. Pelotudo de mierda, ¿quién se cree? Salí del salón dando un fuerte portazo y me fui hacia la dirección, castigada. Genial.

[...]


𝙿𝙾𝚅' 𝙼𝚊𝚝𝚎𝚘.


22:45 pm, y no dejaba de pensar en ella. Fui un idiota. La metí en todo este quilombo y no sé cómo decirle a mi viejo que la traje por equivocación. Nunca debí traerla o haberle dicho verdad, agh, no sé. Pero esta noche tenemos que llevar algunas cajas con merca al remolcador para que se transporte y si o si tenía que llevarla, porque sino mi padre iba a sospechar y no puedo ponerla en riesgo.

Estacioné la moto enfrente de su casa y bajé de esta. Caminé hasta la puerta principal y le toqué el timbre. Estaba ansioso. Después de un minuto de esperar, ella la abrió un poco tímida.

—¿Qué hacés acá? — me preguntó seria mientras intentaba cerrarme la puerta en la cara, pero me interpuse.

—Helena, no. Te necesito, el equipo te necesita. Sabés cómo son las cosas...

Me interrumpió, molesta.

—¡No, no sé cómo son las cosas, Mateo! Explícame. — exclamó.

Suspiré.

—Si alguien no es parte de la banda puede haber muchas consecuencias. Y sí. Hice mal en llevarte allá, es que pensé que mi viejo no iba a ir. Pero ahora él piensa que sos parte del grupo, tenés que venir conmigo o si no te pueden hacer daño. Y no quiero, y tampoco lo voy a permitir. Y por defenderte, me harán daño seguramente o algo seguro. — le respondí exaltado.

𝑨𝑻𝑹𝑬𝑽𝑰𝑫𝑶 ✓ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora