©Capítulo Tres: "𝚕𝚎𝚊𝚟𝚒𝚗𝚐".

4.1K 167 58
                                        


𝙿𝙾𝚅' 𝙼𝚊𝚝𝚎𝚘.


Estaba en mi habitación escuchando música mientras intentaba organizar algunos asuntos, pero mi cabeza rodeaba a Helena. Es muy loco, nunca me olvidé de ella, simplemente decidí alejarme por algunos motivos.

Siempre la tuve en mi cabeza en todo este puto tiempo pero era necesario la distancia entre nosotros, el cual ella nunca supo el porqué y espero que jamás lo sepa. En fin, entre tanto papeleo me entró una llamada.

«Camilo».

Hace días que no hablaba con él y no dude en atenderle.

—¿Qué onda, bro? — lo saludé soltando una carcajada.

Este soltó una risita.

Y realmente las cosas acá están mal. — me respondió.

Suspiré frustrado.

—¿Qué pasó ahora? — le pregunté cambiando mi humor de repente, colocando mis codos encima del escritorio con mis brazos cruzados.

Camilo tardó en responder.

Lo mismo de siempre, Teo; asuntos con la venta, no llegamos a preparar la mercancía para entregarla a tiempo. — me comentó la situación allá.

Me maldecí por dentro.

—¿Pero son estúpidos o qué? ¡Un par de días que no voy y ya hacen cagada, loco! — me levanté de la silla giratoria y me acerqué hacia la puerta. — ¿El patrón lo sabe? — le pregunté serio.

Él se calló.

—Camilo...

—No, no sabe pero necesito tu ayuda, acá se están haciendo los giles. — me informó.

Hice una mueca divertida.

—Ah, ¿se hacen los langa? — cuestioné —. Ahora van a ver, la re concha de su madre. Ahí voy, prepárate porque se pudre. — le corté a los segundos de decirle eso.

Tomé mi campera de cuero negra, guardé mi teléfono y salí de mi pieza con velocidad. Bajé las escaleras apresurado, agarré las llaves de la moto y apunto de irme. Mi mamá me interrumpió el paso, preguntándome: "—¿A dónde vas vos a esta hora? —".

Giré sobre mis talones y lo miré serio.

—A la casa de un amigo, mamá.— le respondí, girándome para retirarme.

—Mateo.

Bufé.

—Huy, dejá de joder, mamá. Ahora vuelvo y ya. — abrí la puerta, salí de la casa mientras ella me gritaba que volviera y me fui, ignorándola.

Caminé hasta mi moto, me subí en esta, la encendí y arranqué con toda la velocidad. Aceleré lo más que pude y me dirigí hacia La Boca, yendo lo más pronto posible.

[...]


Ya estaba en La Boca y pasé los dos puentes. Conducí un par de cuadras más y llegué al escondite secreto. Toqué bocina y me abrieron el gran garaje, me metí y la cerraron detrás de mí. Estacioné la moto, me quité el casco y me bajé del vehículo. Siempre por La Boca tenemos que andar con casco por el tema de que no nos reconozcan y más la policía o por lo menos hacemos el intento, etcétera.

Todos me quedaron mirando.

—¡Llegué perras! ¿Me extrañaron, florecitas? — exclamé feliz y con falsedad a la vez.

𝑨𝑻𝑹𝑬𝑽𝑰𝑫𝑶 ✓ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora