©Capítulo Uno: "𝚂𝚘𝚛𝚛𝚢".

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Mateo Palacios, el pibe más chamuyero de toda la galaxia, agh, es muy insoportable. Siempre queriendo llamar la atención en todos lados y además, es el típico chico malo del colegio, se pasa de egocéntrico.

—Lenna, ¿querés bailar? — me preguntó mi mejor amiga; Catalina.

Helena Rodríguez, una chica poco tímida, pero al conocerla es todo lo contrario. Siempre está en su mundo, es la típica niña "Nerd"; se pasa de ingenua a veces.


—Cata, me quiero ir. Este no es mi ambiente. — bufé. Estábamos en una fiesta de no sé quién, me trajo ella. Tenía una bebida alcohólica en la mano, pero no me había gustado, estaba buscando el lugar adecuado para abandonarla por allí.

—¡Dios! ¿Podés dejar de ser tan ortiva? Disfrutá, estás todo el tiempo encerrada en tu casa "estudiando", relájate un toque. — rodeó sus ojos, bebiendo una cerveza.

Me hizo sentir mal, Catalina y yo somos muy polos opuestos. La quiero a la vez, pero hay cosas de ellas que no tolero, igual me acostumbré.

Bailé un poco con Catalina pero a los minutos me abandonó por un pibe, la miré mal. Sentí como tocaron mi hombro y me giré sobre mis talones para ver de quién se trataba.

—¿Quién sos? — pregunté.

—Me llamo Ramiro, ¿te gustaría bailar conmigo? — tomó mi mano derecha.

No me quedó de otra que decirle que sí, o sino iba estar sola toda la noche.

—Está bien, me llamo Lenna.

Se notó que no le importó mucho mi nombre, me sacó a bailar y lo hizo muy bien. Ya íbamos bailando dos temas, pero me aborrecía, todo el tiempo me quería manosear y me molestaba que no entendiera mis indirectas al sacar sus manos.

Intentó besarme y lo esquivé.

—Ramiro, basta. No quiero bailar más, no me gustan tus actitudes. — le reclamé.

Él se rió.

—Me importa una poronga lo que no te gusta, yo no voy si antes conseguir esto. — tomó mi cintura, bruscamente y estampó sus labios contra los míos con fuerza. Fue el peor beso de mi vida. Intenté salir del agarre, pero fue en vano, sus manos fueron bajando hasta mi trasero. Pegué un chillido.

Esto iba a salir peor que mal.

De tanto forcejeo, lograron quitármelo de encima y solté un respiro de alivio.

—¡¿No ves que la mina no quiere, flaco?! — le medio gritó a Ramiro.

Él se enfureció.

—¡Huy, Palacios! ¡Me tenés las pelotas por el piso! Todo para hacerme la contra, ¡¿Qué carajo te importa a vos lo que hago con esta trola?! — me señaló con desprecio.

Me achiqué en mi lugar, me hizo sentir pésimo; ¿Por qué se expresan así de una mujer? Ojalá nunca se les olvide que una mujer los parió.

¿Mateo? Sí, Mateo. Lo agarró de la remera con ambas manos y lo atrajo hacia él, inesperadamente. Se quedaron cara a cara, hasta dió miedo. Todo el mundo estaba viendo esta escena.

—Pedile disculpas ahora. No te lo vuelvo a repetir. — le gruñó y apretó sus puños.

—Y ahora te hacés el no mujeriego, sos patético. Después, de seguro que te la garchás.— se rió.

Mateo lo empujó y le pegó un puñetazo en la boca, él se tambaleó y dió unos pasos hacia atrás. Al recuperarse, se acercó a este e intentó golpearlo, pero Mateo fue más astuto y terminó ganando la pelea.

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