©Capítulo Dieciocho: "𝚋𝚎𝚢𝚎𝚗𝚍".

1.6K 107 8
                                        


𝙿𝙾𝚅' 𝙷𝚎𝚕𝚎𝚗𝚊.


Emití un quejido al moverme. Mi cuerpo me dolía. Abrí mis ojos lentamente y observé que estoy en una silla. Frente a mí, me encontré en una habitación grande y oscura iluminada sólo por la luz de una lámpara en el techo. Rápidamente me sobresalté e intenté ponerme de pie, pero no pude despejarme de la silla. Llevé mi vista ahí y me percaté de que mis muñecas estaban atadas con una soga sisal de dieciocho milímetro de grossor, detrás de mi espalda.

—Qué dormilona resultaste ser, Helenita... — escuché una grave voz hablarme desde el otro extremo de la habitación.

Intenté gritar, pero mi boca se encontraba con cinta. Visualicé de quién se trataba y este comenzó acercarse hasta mí, lentamente.

Mis ojos se sorprendieron al verlo otra vez, hace muchísimo tiempo no lo veía. Dios, quiero que esto sea una maldita pesadilla y despertar ya.

Intentó acariciar mi mejilla, pero moví mi rostro para que se alejara.

Él hizo una mueca.

—Y gruñona también — agregó Max, medio divertido.

Mi respiración cada vez se volvía más pesada. Quería hacer algo, pero no podía. Estaba atrapada.

—Tranquila, nadie piensa en hacerte daño. Al menos por ahora. — me dijo fingiendo preocupación.

Fruncí el ceño.

—¿Max? ¿Q-qué hago acá? ¿Por qué hacés esto? — pregunté.

Este comenzó a caminar alrededor mío, divertido mientras me observaba sola e indefensa. Agh.

—Siempre fuiste vos, Helena — habló, por fin —. Vos sos la causa de esto, si no me hubieras visto en esa maldita fiesta de máscaras, tu noviecito no me hubiera secuestrado, y golpeado. Arruinas todo como siempre. Y ahora como venganza, te usaré de carnada. Y las pagarás muy caro, le voy a dar donde más le duele al bostero ese. — se colocó enfrente mío y se agachó a mi altura, viéndome con seriedad.

Me asustó.

—No entiendo, ¿desde cuándo estás metido en estas cosas, Max? — le pregunté, confundida — ¿Por qué estás en contra de Mateo? ¿Por qué? — dije, sin entender y asustada.

Él soltó una risita irónica.

—Desde siempre, y sobre todo cuando... — dejó su dicho en el aire al escuchar cómo se abrió y cerró la puerta de la habitación, bruscamente.

Se escucharon varios pasos sonar contra el suelo mientras esa silueta negra se acercaba cada vez hacia nosotros, lentamente.

—Vaya, miren quien tenemos acá. Qué linda sorpresa, Helena. — habló una voz masculina, tenebrosa.

Mis nervios flotaron al escucharlo.

—¿Quién sos? — hablé con temor.

El hombre se rió.

—Ya sabés quién soy, no te hagas la idiota. Porque de idiota no tenés nada, simplemente demasiada ingenuaidad.— me respondió, divertido.

—A ver, mostrate.

Continuó avanzando hasta que se asomó a la luz y lo ví, ví su máscara negra tenebrosa. Caminó hacia mí y me rodeó varias veces, observándome con determinación en su mirar.

—¿Por qué hacen esto? — me atreví a preguntar, viéndolo.

Sonrió levemente.

—Ya te enterarás de a poco, Lenna... — desvió su vista hacia la de Max, y este bajó su cabeza —. Y vos, dejá de hablar cosas que todavía no se pueden decir, idiota.— lo regañó.

𝑨𝑻𝑹𝑬𝑽𝑰𝑫𝑶 ✓ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora