III

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—Lo mismo digo D'Angelo —contestó Hassan más formal

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—Lo mismo digo D'Angelo —contestó Hassan más formal.

De mis tres hermanos, él era el más serio y taciturno por así decirlo, también era el que más me sobreprotegía y probablemente le hacía tanta gracia como a mi estar allí por la razón que estábamos.

—Vaya, vaya, vaya y también parece que bastante bien acompañado. ¿Te has atrevido a traerla? Preciosa, te aseguro que soy mucho mejor partido que él aunque no pertenezca a la realeza —dijo con una sonrisa pícara.

—Eso está por ver —confesó Hassan con una sonrisa y me rodeó la cintura para que diera un paso hacia delante y me aproximara a ellos—. Es mi hermana Azhar.

En aquel momento observé como su mirada cambió y parecía asombrado y al mismo tiempo un destello en sus ojos le hizo evaluarme de un modo diferente, incluso vi su sonrisa socarrona dibujándose en su rostro.

—¿La mocosa pesada? —exclamó y apreté mis puños.

«Todavía le propino un puñetazo»

—La misma —admití a pesar de odiar el apelativo.

—¡Vaya!, Si que has... crecido —confesó recorriendo mi cuerpo por completo y volviendo de nuevo a fijarse en mis ojos deteniéndose tanto tiempo que al final miré hacia otro lado.

¿Es que encima de estúpido es descarado?

—Bien. Hemos venido para llegar a un acuerdo, tenemos una propuesta que hacerte —intervino Hassan en el silencio incómodo que se había creado.

—¡Cierto!, ¡La maldita herencia! Soy todo oídos, me encantaría dar por zanjado el tema de una vez. Mis abogados le han dado varias vueltas a las cláusulas y no han encontrado nada que se pueda hacer. No puedo renunciar a ellas, están vinculadas a mi por transferencia materna, ni tampoco puedo venderlas o darlas en donación, ¿En que estaba pensando tu bisabuelo?

—Te recuerdo que también era tuyo —contestó Hassan y entonces me miró a mi que parecía ausente—. No se puede hacer nada para que las tierras sean devueltas al califato excepto una cosa.

Hassan esperó durante unos momentos, ¿Tal vez esperaba que hablase yo? Lo cierto es que las palabras no salían de mi garganta. Ahora que le tenía allí delante, que él era real, que se suponía que pasaría el resto de mi vida a su lado no sabía si estaba segura de que mi decisión fuera acertada.

¿Mi pulso acelerado podía indicar que era una idea nefasta? El sudor de mis manos o la sequedad de mi garganta también podría serlo?

—¿Qué? —exclamó D'Angelo esperando al fin una solución mágica para el embrollo en el que nuestro bisabuelo nos había dejado.

—Que pertenezcas oficialmente al califato —solté yo al ver que Hassan mantenía silencio. Supuse que de algún modo quería que fuera yo quien tomara las riendas de la conversación, después de todo era yo la que tendría que lidiar con todo aquello.

La mirada de Alexander pasó de mi hermano a mi en cuestión de segundos.

—¿Cómo iba yo a pertenecer al califato? —exclamó como si yo estuviera loca.

—Es obvio —contesté frotándome las manos—. Mediante matrimonio.

Por un momento él se quedó callado, arrugó la frente y luego se echó a reír a plenas carcajadas.

¿Tanta gracia le causaba el asunto?

—Es lo más favorable para todos D'Angelo —intervino Hassan en mi ayuda.

—¿Estáis hablando en serio? —exclamó cuando se calmó un poco—. ¿De verdad es os ha ido la olla?

—¿Es que eres tan ciego para no ver que si no solucionamos esto el país entrará en una crisis financiera?, ¡Necesitamos esos terrenos! —grité enfurecida y dando un golpe sobre la mesa.

—No puedo creer que de verdad me estéis proponiendo un matrimonio con alguien de vuestra familia. ¿Y con quien se supone que tengo que casarme? —ironizó demasiado serio.

—Con ella —contestó Hassan haciendo un gesto para señalarme.

Los ojos de Alexander se abrieron aún más e hizo un gesto con las cejas sorprendido.

—No tengo nada en tu contra, pero el matrimonio no va conmigo...

¿Y se quedaba tan pancho tras decir aquello?, ¿Era capaz de dejar que un país se fuera a la ruina así como así?

—¿Dirás lo mismo cuando la mitad de tu empresa desaparezca? —inquirí cogiendo el argumento de Hassan y pensando que tal vez cambiaría de opinión cuando sintiera que la situación afectaría a sus negocios.

—No creo que la situación en el país se desestabilice tanto para que eso suceda. De verdad que no tengo nada en tu contra, en cualquier otra situación hasta te invitaría a cenar e incluso te llevaría a mi apartamento, pero lo de toda la vida no es mi estilo.

¿Acababa de soltarme que estaría dispuesto a llevarme a cenar y echarme un polvo pero nada más?, ¿Con qué clase de cretino misógino estaba tratando?

Daba igual.

La situación era más importante que mi propia voluntad.

—Las revueltas ya han comenzado D'Angelo. Es cuestión de semanas que empiecen las protestas masivas y haya un golpe de estado. La situación se descontrolará por completo en cuestión de meses si el Califato no garantiza la aportación económica del petróleo que hay en esos terrenos que no son suyos y que no puede explotar si no pertenecen a la familia —habló Hassan con calma—. Si no tomas una decisión pronto, puedes despedirte de todos tus negocios en nuestro país.

Casi me sorprendía que no le hubiera propinado un puñetazo después de lo que había dicho, pero tras compartir años de universidad juntos me imaginé que le conocía mucho mejor que yo.

Me crucé de brazos y observé como él parecía pensativo y pasaba su mirada de Hassan a mi y viceversa.

—¿Ese supuesto matrimonio debe durar mucho? —preguntó y supe que comenzaba a valorar la posibilidad.

—Solo hasta que haya un heredero —contestó rápidamente Hassan.

¿Hijos?, ¿Con ese engreído?

¡Jamás!

¡Jamás!

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La Esencia de AzharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora