XXV

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Durante toda la semana el profesor Magnus y yo quedábamos para almorzar o cenar

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Durante toda la semana el profesor Magnus y yo quedábamos para almorzar o cenar. En realidad no sabía porqué aceptaba cada invitación, quizá porque no tenía nada mejor que hacer, porque cada vez me resultaba más interesante su compañía o porque desechaba la idea de regresar a ese apartamento solitario con la televisión como única compañía. Lo cierto es que parecía haberse vuelto una costumbre verle a diario, compartir un buen vino y hablar sobre viejas leyendas, aunque sobre todo hablaba él más que yo.

Ni una sola vez me había preguntado por mi marido, o por el hombre cuya alianza llevaba en mi dedo, lo cierto es que había pensado en quitármela al tercer día de que Alex no diera señales de vida, pero después pensé en mi madre y la deje en el dedo.

Por increíble que pareciera, Magnus no había vuelto a hacer mención a ser su musa, aunque sabía que la propuesta seguía en pie ya que no había elegido a ninguna otra o me habría enterado por los pasillos de la escuela. Quizá esa era precisamente su técnica, volverse tan cercano y amigable, que posar para él fuera como degustar una agradable comida.

Cierto es que la idea de aceptar me había rondado en más de una ocasión cuando regresaba a casa, quizá mi reticencia residía en como podría afectar a mi familia si ese cuadro algún día veía la luz del día. Magnus no sabía quien era yo, o de hacerlo sabía ocultarlo muy bien, pero en ningún momento hizo referencia a mi país o a mi familia. No era alguien interesado en la prensa, en el cotilleo o en las personalidades famosas y por esa misma razón dudaba mucho de que hubiera podido ser consciente de con quien estaba casada realmente o de que pertenecía a la realeza.

Como cada noche, regresé a casa alrededor de media noche cuando Magnus me dejó en la puerta. Saludé a John y me metí en el ascensor girando la llave que daba al ático.

Al entrar vi luces y me alarmé, hasta que vi un macuto a los pies de la escalera y supuse que Alex habría regresado y que estaría por casa.

—¿Hola? —pregunté y entonces escuché como descorchaba una botella y servía dos copas.

—Hasta que te dignas a aparecer... —mencionó despectivamente y alcé una ceja.

¿Perdona?, ¿Yo?, ¿Y quien ha desaparecido toda la semana sin decir nada?

—No sabía que regresarías, no tienes por costumbre avisar de cuando te vas o de cuando vuelves, de haberlo mencionado habría vuelto antes —dije solo por no hacer un drama.

—Si —afirmó—. He visto que has estado bastante ocupada —añadió girándose para coger lo que parecía una revista y tirarla delante de mi sobre la barra de la cocina—. Ábrela por la página veintidós y lee por favor.

¿De que iba todo eso? Decidí seguirle la corriente y busqué la página que había mencionado, para mi estupefacción había una foto de Magnus y yo, cenando en un restaurante, la foto sería de hacía tres o cuatro días y el titular era cuanto menos escandaloso; La princesa Azhar y su amante compartiendo una cena de lujo. Muy a mi pesar tenía que reconocer que aquella foto daba a entender algo que realmente no existía entre el profesor y yo, pero ¿Cómo iba a saber que justo en ese momento donde me recitaba un poema de Thomas Hardy?

«No puede ser...»

—¡Esto está sacado fuera de contexto! —grité no pudiendo creérmelo.

—Me importan muy poco tus explicaciones. Te lo advertí Azhar, te lo dejé bien claro la última vez que hablamos. —No estaba enfadado y creo que eso hacía que yo lo estuviera aún más.

—¡No es mi amante! —grité.

—Según esto lo es y eso es lo único que importa —concretó con calma—. No volverás a verle, ni a tener comunicación alguna con él, ¿Me entiendes?

En aquel momento estaba realmente cabreada, ¿Me habían seguido?, ¿Cómo no me había podido dar cuenta?, ¿Tal vez alguien del restaurante me reconoció?, ¡No podía ser cierto!, ¡Aquello no me estaba pasando a mi!

—¡Azhar! —gritó Alex que ahora parecía algo más exasperado—. No volverás a verle, ¿Está claro? Con suerte la noticia no llegará a Dubái y esto no se convertirá en un circo mediático.

¿Y si lo hacía?, ¿Y si mis padres veían el periódico?, ¿Y si los suyos se lo decían?

—Es mi profesor —dije como si con eso diera a entender que no volver a verle iba a ser un poco complicado.

—Lo sé —dijo como si eso no le sorprendiera—. No volverá a dar clases en la Universidad.

¿Qué?, ¿Le habían echado por mi culpa?

Supe de inmediato que eso sería lo que me esperaría el resto de mi vida, que jamás podría ir a cenar con un hombre tranquilamente, que nunca podría tener siquiera una amistad, que no podría valorar la simple idea de enamorarme a menos que todo fuera realmente ocultado al mundo o aquella situación se repetiría y que incluso condicionaría la vida de otra persona como lo estaba haciendo con Magnus.

—¿Por qué? —pregunté.

—¿Qué esperabas Azhar?, ¿De verdad creías que nadie iba a reconocerte?, ¿Qué podrías actuar como si nada? Tú fuiste la que quisiste este matrimonio, sabías lo que te esperaba y asumiste las consecuencias, no pretendas hacerte ahora la ingenua.

—¿Era necesario echarle? —insistí.

—¡Si!, ¡Lo era! De ese modo sabrá que no podrá acercarse a ti de nuevo.

Intocable. Eso es lo que sería a partir de ahora, la mujer de la que todos huirían.

—No puedo con esto... yo... no puedo, simplemente no puedo.

Ya no podía más, era capaz de aguantar sus desplantes, sus aventuras, su falta de respeto, pero no podría soportar la idea pasarme el resto de mi vida con miedo a condicionar a otra persona.

—Tendrás que poder, ahora todo el mundo cree que tuviste una aventura con tu profesor —concretó.

—No. Me refiero a nosotros, a este supuesto matrimonio —dije haciendo aspavientos con las manos mientras nos incluía a nosotros.

Alexander se cruzó los brazos y puso un gesto serio, algo que hasta ahora no había visto en él.

—¿Y que pretendes?, ¿Qué nos divorciemos? Eso no arregla el asunto por el que nos hemos casado y por el que tanto insististe en este matrimonio.

Era cierto. Sabía que el divorcio no resolvería el problema, sino que volvería la situación aún peor que antes. Había un modo, un único modo del cual me habría rehusado a utilizar por ser egoísta y cruel.

—Existe una forma por la que solucionar este asunto para siempre y que cada uno pueda continuar con su vida —dije dando rienda suelta a mis pensamientos. Vi que Alexander parecía extrañado, como si no lo creyera posible, pero guardaba silencio esperando a que terminara de explicarme—. Un hijo.

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La Esencia de AzharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora