XVI

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La gente nos observaba y aunque realmente estaba acostumbrada a ello, lo cierto es que no sabía si era por ser la nueva esposa de Alexander D'Angelo puesto que nunca me habían visto con anterioridad junto a él o porque no encajaba en el lugar

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La gente nos observaba y aunque realmente estaba acostumbrada a ello, lo cierto es que no sabía si era por ser la nueva esposa de Alexander D'Angelo puesto que nunca me habían visto con anterioridad junto a él o porque no encajaba en el lugar.

Era consciente de que no iba más elegante que otras mujeres que asistían al evento y me miraban como si estuvieran estudiándome concienzudamente.

¿Porqué eran tan descaradas?

La respuesta no tardó en llegar.

—Querida —mencionó una señora mayor. Era una de las pocas que me había dado conversación. Ella acompañaba a su marido, que en aquellos momentos hablaba con Alexander agradeciendo su asistencia y eso me hizo pensar si es que no solía frecuentar actos de ese tipo. ¿Podría haberlo propuesto como excusa para que cancelara mi cita? Lo dudaba, no podría inventarse planes cada día para evitar que quedara con Étienne eternamente—. La mitad de este salón envidiará tu belleza, tan joven y llena de vida, no me extraña que Alexander te ocultara tan bien todo este tiempo —sonrió—, pero la otra mitad te odiará por haberte llevado a esta joya de joven, las mejores familias de Londres lo querían para sus hijas —aclaró riéndose y la acompañé por cordialidad.

¿Para sus hijas? Imaginaba que supondría un buen negocio para ellos emparentar con alguien que tenía tanto poder adquisitivo y que estaba a cargo de una gran empresa siendo tan joven.

«Si ellas supieran» pensé en lo más profundo de mi alma.

Aunque probablemente en esos casos, la felicidad no importaba, ¿Acaso lo había importando en el mío? Era evidente que no, él y yo teníamos un matrimonio de conveniencia.

Conforme avanzaba la noche, vi que muchos de los asistentes felicitaban a Alexander, que aprovechaba la ocasión para presentarme y hablar de negocios. Durante todo el tiempo sentía como agarraba mi cintura o llamaba mi atención, pero aquellos gestos no eran muy distintos de su comportamiento durante nuestro matrimonio, así que tenía la certeza de que públicamente Alexander sabía como actuar.

—Tengo sed —susurré en voz baja solo para que él me escuchara y sintiendo como sentía mi garganta reseca al decirlo.

—La barra libre está allí al fondo —me contestó y me quedé atónita porque no tuviera ni siquiera la cortesía de traerme una copa.

Asentí. No pensaba decirle nada porque, ¿Acaso él me debía algo? Cada vez tenía más claro que no podía exigirle nada.

Me perdí entre la multitud que no dejaba de hablar, incluso había pequeños corrillos de gente que parecía conocerse, sobre todo de hombres y mujeres, probablemente ellos hablarían de negocio, ellas de moda, maquillaje y tendencias.

Había gente colapsando la barra, pero en cuanto me vieron se apartaron con una enorme sonrisa, así que logré pedir champagne, aunque me bebí la primera copa sin apenas degustarla y entonces tuve una segunda a mi lado antes de que lograra siquiera alzar la mano para pedirla de nuevo.

—Así que una princesa, ¿no? Desde luego si se ha casado tan rápido debía ser un pez realmente gordo.

¿Perdona?, ¿Estaba hablando conmigo?

Me giré para ver el rostro de un hombre bastante joven, probablemente de la edad de Alexander y era bastante atractivo. Alto, cabello castaño, ojos oscuros, mirada atrayente y con una barba incipiente que le daba un aspecto más masculino.

—¿Te conozco? —pregunté solo porque en su tono intuí cierta enemistad hacia Alexander aunque tal vez eran imaginaciones mías.

—No he tenido ese placer —sonrió—. Soy James Einar —mencionó sacando su tarjeta para dármela y la cogí leyendo su nombre junto al del grupo empresarial Einar.

—Un placer James, aunque le agradecería que me llamara Azhar en lugar de princesa —sonreí.

—Por supuesto —sonrió—. Ahí aparece mi número, puedes llamarme para cualquier cosa que necesites y te aseguro que puedo ser muy discreto —comentó guiñándome el ojo y no entendí porqué lo hacía.

¿A que se refería?

—¡Querida! —exclamó la voz de Alexander y sentí como me arrastraba hasta él envolviéndome en su brazo—. ¡Ah, James!, ¡Que gusto verte!, ¿Has conocido a mi esposa? Azhar D'Angelo —mencionó presentándome incluyendo su apellido para enfatizarlo más aún.

—Si, justamente me había ofrecido como guía turístico si es que necesita un tour por la ciudad —mencionó el aludido.

¿Por qué mentía? No entendía nada hasta que volvió a mirarme y guiñó de nuevo el ojo.

¡Oh Dios mío?, ¿Cómo había podido ser tan ilusa?, ¡Me había propuesto llamarle para tener una aventura!

Casi me reí yo misma por tardar tanto en darme cuenta.

—Gracias por el ofrecimiento James, es muy amable de tu parte, aunque yo mismo le enseñaré la ciudad a mi esposa —dijo aferrándome aún más contra él y supe de inmediato que esos dos se debían odiar o de lo contrario a Alexander le importaría muy poco que el tal James tratara de ser amable conmigo.

—Aún así mi oferta sigue en pie, Azhar —reiteró y me sorprendió que fuera tan decidido.

De no ser por el tipo de relación que tenía con Alexander, le habría tachado de descarado e inmoral.

—Gracias —dije con la certeza de que jamás tendría una aventura con tipo así, aunque eso Alexander no tendría porqué saberlo.

—Nos vemos —mencionó James.

Iba a despedirme, de hecho abrí los labios para hacerlo cuando en lugar de sonido lo que salieron de ellos fue un pequeño aullido tras sentir los labios de Alexander sobre los míos.

Pero, ¿Qué?

Pero, ¿Qué?

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La Esencia de AzharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora