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Lo habéis pedido hasta la saciedad mis bellas flores y vuestros ruegos han sido escuchados... MAÑANA habéis oido bien MAÑANA habrá POV DE ALEXANDER en mi cuenta de Instagram. (Me encontráis como phavyprieto)
Así que estad atentas a lo que nuestro atractivo Alex va a soltar....  puede que a más de una y más de dos se le caigan las bragas... y no digo ná!

Quizá Alexander pudiera hablar con facilidad sobre aquello, pero yo aún sentía demasiada vergüenza para tratar el tema de ese modo así que me aparté de él encogiéndome en mi misma, sin saber porque tenía tantos prejuicios al respecto

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Quizá Alexander pudiera hablar con facilidad sobre aquello, pero yo aún sentía demasiada vergüenza para tratar el tema de ese modo así que me aparté de él encogiéndome en mi misma, sin saber porque tenía tantos prejuicios al respecto.

—Creo que iré a desayunar —dije antes de ser consciente que de hacerlo tendría que salir desnuda una vez saliera de la cama.

No era alguien pudorosa, al menos no lo había sido hasta ahora pero claro, jamás había habido hombres presentes y eso no facilitaba las cosas. ¿Dónde estaba mi camisón de dormir?, ¿Y mi ropa interior? Definitivamente se habían evaporado o lograba encontrarlas a mi alcance.

—Me doy una ducha rápida y te alcanzo —mencionó acercándose lo suficiente para sentir el roce de sus labios en mi nuca y alejarse dejando a la vista toda su desnudez trasera.

Si tuviera delante un espejo estaba segura de que mis mejillas estarían de nuevo sonrojadas, pero de algún modo intuí que Alexander había notado mi estupor y se había adentrado en el baño con la única intención de darme un poco de espacio.

Lo agradecí, a pesar de que jamás lo diría en voz alta.

Salí rápidamente y cogí el primer vestido que alcanzó mi mano en la maleta para colocármelo rápidamente, una vez que lo llevaba puesto me coloqué solo la parte de debajo de la ropa interior dejando mis pechos libres. Mis cosas estaban en el baño ocupado por Alexander y sentía el agua de la ducha caer, señal de que él estaba allí dentro, durante un instante pensé el hecho de entrar simplemente para echarme agua en la cara, ver que aspecto tenía y cepillarme los dientes pero era escéptica hasta que me quedé observando la puerta abierta.

A él parecía no importarle, incluso se había levantado desnudo como si fuera lo más normal del mundo y ¿No era técnicamente mi marido?, ¿No me había acostado con él después de todo y con toda seguridad volvería a hacerlo? Aparté de un empujón sensorial mis prejuicios y entré decidida sin querer fijarme en el cuerpo desnudo que se podía observar tras los cristales de la ducha.

«Válgame Dios» pensé al verle en toda su plenitud y abrí rápidamente el grifo del lavabo para echarme agua en la cara como si lo necesitara más que respirar.

Era definitivamente el primer hombre que veía desnudo, desnudo completamente.

Había visto desnudos en arte, fotografías, pinturas, y esculturas pero jamás en carne y hueso, menos aún tenerlo delante a plena luz del día.

¿Cómo había podido meter semejante cosa dentro de mi sin dolerme? Pensé y rápidamente quise que esa pregunta se evaporase de mi mente.

Abrí el neceser y saqué el cepillo de dientes sintiendo que mi pulso temblaba, ¿Por qué estaba tan nerviosa?, ¿Por qué no podía actuar como si todo fuera algo normal?

El ruido del agua cesó y no quise alzar la vista para mirar, sino que me concentré en verter pasta de dientes y comenzar a cepillar con la vista baja mientras recitaba todos los pintores del renacimiento que se me venían a la mente solo para no pensar en que Alexander estaba desnudo a un metro de distancia.

El roce en mi trasero hizo que diera un respingo y mirase frente al espejo, allí estaba él, tras de mi rozándome a conciencia y con su nariz rozándome la oreja.

—Me encantan tus mejillas sonrojadas —susurró—, te hacen ver aún más hermosa —añadió y después se alejó para desparecer del baño y dejarme a solas.

Mi respiración se había cortado durante ese instante hasta que fui consciente de lo que significaban sus palabras.

¿Había notado que me avergonzaba? ¡Mierda!, ¡Joder!

«¡Azhar!, ¡Tú nunca maldices!» me reproché.

Aunque no maldijera por alguna razón estaba comenzando a hacerlo.

Ni pensaba retocarme, ni maquillarme, ni hacer nada que no fuera lavarme la cara para sentirme fresca, así que cuando salí comprobé que Alexander estaba vestido con unas bermudas y no parecía tener la intención de ponerse ninguna prenda superior, por lo que me cogió la mano en cuanto entré en la habitación y estiró de mi para colocarme a su lado mientras me rodeaba la cintura.

—¿Te sientes incomoda si hago esto? —preguntó refiriéndose a su cercanía.

¿Desde cuando Alexander se preocupaba por lo que pudiera o no afectarme? Desde esa mañana parecía especialmente preocupado por ello.

—En absoluto —dije tratando de no parecer reprimida o abochornada.

Era virgen, pero al menos tenía cierta dignidad y si para él todo aquello era tan natural que ni siquiera tenía que aplicar un esfuerzo en hacerlo, al menos aparentaría que para mi era igual.

Alexander sonrió y me dio un sonoro beso en la mejilla.

Pedimos que nos sirvieran el desayuno en cubierta, durante la travesía nocturna habíamos llegado a costas italianas, así que se podía apreciar a corta distancia sus montañas.

Una variedad de dulces y salados árabes acompañados de café, té y zumos hizo que la mesa se llenara. Hasta ahora no me había dado cuenta del apetito que tenía y yo misma me sorprendí al percibir que mi estomago no se veía saciado, ¿Sería por el sexo?, ¿Podría estar embarazada y sentir ya los primeros síntomas?

«No digas estupideces Azhar, eso no se nota hasta pasadas varias semanas»

—Hay algo de lo que no hemos hablado —dije seriamente al recordar la razón principal por la que estábamos allí y a la que se debía todo aquello.

—Soy todo oídos —contestó Alexander dando un sorbo a su café.

—¿Qué pasará con nuestro hijo?, ¿En que país residirá?, ¿Cómo podré... —Fui incapaz de decirlo en voz alta porque yo misma sentía vergüenza al admitir que estaba decidida a tener un hijo para buscar mi felicidad fuera de aquel matrimonio.

¿Cómo le iba a decir al ser que más querría en toda mi vida que lo tuve en un afán de egoísmo?

Me odiaría y con razón.

—No hay que pensar en ello ahora, encontraremos una solución en la que ambos estaremos de acuerdo —mencionó Alexander bastante sereno—, nunca trataré de separarlo de ti Azhar, tienes mi palabra.

Alcé la mirada para ver sus ojos y aquellos orbes azules eran absolutamente preciosos, ¿Dónde había estado ese Alexander comprensivo y afable todo este tiempo?

Alcé la mirada para ver sus ojos y aquellos orbes azules eran absolutamente preciosos, ¿Dónde había estado ese Alexander comprensivo y afable todo este tiempo?

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La Esencia de AzharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora