XXXIII

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Dejé de ser yo para convertirme en alguien exento a mi, una versión de mi misma que buscaba su propio placer, que se dejaba arrastrar por las maravillas que sentía en lo más profundo de su interior y que gritaba extenuante al compás que se movía s...

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Dejé de ser yo para convertirme en alguien exento a mi, una versión de mi misma que buscaba su propio placer, que se dejaba arrastrar por las maravillas que sentía en lo más profundo de su interior y que gritaba extenuante al compás que se movía sin siquiera ser consciente de lo que hacía.

En el momento que volví a ser consciente de donde estaba y de lo que había sucedido me percaté de que Alexander me había besado y lo más increíble de todo; yo le había dejado que lo hiciera.

¿Por qué no ladeé la cabeza? ¿Tal vez porque ni siquiera me dio tiempo a ser consciente de sus actos? pero tenía que reconocer que besaba demasiado bien para ser algo que yo misma me había negado.

—Discúlpame —oí cerca de mi oido y podía notar su respiración aún agitada debido al sobreesfuerzo. ¿Por qué se disculpaba?, ¿Por las formas?, ¿Por meterme en la habitación de masajes para hacerme suya? Se suponía que aquel viaje tenía como misión quedarme embarazada aunque estuviera camuflado como nuestra idílica luna de miel, pero en ambos sentidos venía a ser lo mismo, a nadie le sorprendería lo que acababa de suceder —. No volverá a suceder, por un momento lo olvidé, pero no volveré a tocar tus labios.

Alexander no me miraba, sino que parecía estar concentrado en vestirse y por alguna razón que no comprendí fruncía el ceño.

—Gracias —dije levantándome y acomodándome el vestido para volver a estar presentable, aunque de allí iría directa a la ducha.

Vi como abría la puerta y me indicaba que pasara sin decirlo en voz alta, así que lo hice y no volví a la mesa, sino que me fui directamente a la habitación que compartíamos para encerrarme en el baño y dejarme caer tras la puerta.

¿Por qué le había dejado que me besara?, ¿Y por qué ahora que había probado sus labios no me parecía tan malo que lo hiciera?

Malo.

«Malo. Malo. Malo Azhar, ya estas comenzando a dejarte llevar por sentimientos que no existen, por algo que jamás sucederá y el hecho de que él obre maravillas en tu cuerpo no significa que le importes, que le intereses o que ello genere algo más. Tenéis un acuerdo, uno que precisamente es para separaros, así que tenlo presente»

Pero eso no quitaba que Alexander besara de maravilla, como todo lo demás. Ni siquiera sabía como le había dejado que me poseyera con tanta facilidad. ¿Sería siempre así?, ¿Por qué me agradaba tanto si no le amaba? Sabía que no era necesario querer a alguien para disfrutar del sexo junto a esa persona, pero yo siempre había creído que no podría ser tan increíble a menos que existiera amor entre ambos y sin embargo todas mis teorías se habían ido al cuerno de inmediato.

Me había acostado con Alexander dos veces. Dos y en menos de diez horas entre una y otra para ser más exactos.

Me desnudé sin tener la preocupación de que él pudiera entrar por la puerta a pesar de compartir el baño, de algún modo imaginé que no invadiría mi privacidad si veía que había cerrado. Abrí el grifo de la ducha y esperé a que saliera caliente mientras no dejaba de rememorar lo que acababa de suceder, incluso la propia disculpa de Alexander siendo la segunda vez que lo hacia.

La Esencia de AzharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora