Hay doblete, así que tenlo presente!Pude notar como la respiración acompasada de Alexander tornaba a ser algo más rápida y su cuerpo comenzó a moverse sintiendo su nariz rozando mi cuello y acercar aún más su cuerpo al mío.
Me mordí el labio cuando noté su entrepierna entre mis nalgas, tratando de abrirse paso a pesar de que no ejercía ningún movimiento. Era imposible que supiera que estaba despierta, no podía verme y menos aún percibir que yo también anhelaba la unión de nuestros cuerpos.
¿O tal vez eso si se siente?
Alexander era incansable, pero tal vez era la menos indicada para decirlo puesto que desde que me había abierto los ojos al mundo del placer, yo misma había sucumbido con total pleitesía.
Sentí su mano bajando de mi cintura hacia mi cadera y deje de respirar para no darle pista alguna de que estaba despierta, incluso apreté mis labios para no proferir ningún sonido ya fuera conmoción o gemidos de placer. Esperé atentamente sus movimientos y pude notar como deslizaba sus dedos por mi nalga hasta meterlos entre las piernas desde atrás y rozar mi hendidura.
Incluso yo era consciente de lo mojada que estaba. Quizá debería sentirme mal, sentir que aquello no estaba bien, pero lo cierto es que ¿Quién lo juzgaba?
Legalmente era mi marido y aunque no lo fuera, ¿Podía recriminar un acto natural aunque fuera lascivo? Quizá las razones de aquello eran erradas, pero el deseo carnal de ambos era indiscutible y eso quizá era lo que más miedo me daba porque me hacía ser plenamente consciente de que no volvería a sentirlo cuando acabara.
Alexander apartó su mano al mismo tiempo que sus labios acariciaban mi hombro y entonces sentí como se adentraba poco a poco en mi interior, llenándome de nuevo y haciendo que fuera inevitable gemir de absoluto deleite.
—Buenos días preciosa —gimió en mi oído mientras salía lentamente para volver a entrar y me arqueé hacia él facilitándole el acceso.
—Creo que estos sí son unos buenos días —susurré cerrando los ojos dejándome deleitar por lo que él me hacía sentir.
—Acostúmbrate... —jadeó aumentando el ritmo, provocando que comenzase a exclamar un gemido de placer con cada uno de sus movimientos.
Mis labios emergieron en una sonrisa al sentir aquello, sabiendo lo que significaba y del mismo regocijo me di la vuelta para mirar de frente a ese rostro hermoso de ojos azules que me cautivaba.
Su cabello desaliñado, mirada aun somnolienta y sonrisa de niño travieso me hizo dar un vuelco el corazón, pero al mismo tiempo que me lancé a sus labios me coloqué sobre él introduciendo su miembro entre mis piernas, sin tener la más mínima idea de que hacer, pero los movimientos de la danza oriental surgían de forma natural en mi, como si estuviera predestinada a ello, abandonando mi cuerpo y siendo presa de mi propio placer, buscando mi propio deseo, necesitando realmente complacerme a mi misma.
Cuando me desplomé sobre el cuerpo de Alexander percibí su palpitar, su corazón latía desenfrenadamente y era complaciente saber que lo hacía de ese modo por mi. Me quedé escuchando como el ritmo de su corazón disminuía poco a poco, sus dedos acariciaban espalda desnuda, viajaban hacia mi cabello que se esparcía por su pecho y después regresaban de nuevo a mi piel como si quisiera hacerme entender que estaba conmigo.
Me habría quedado así el resto de mi vida, sin ningún atisbo de duda y su silencio prolongado me daba a entender que la situación no parecía incomodarle de ningún modo, aunque quizá solo hacía para no hacerme sentir mal después de todo.
Incliné mi barbilla en sus pectorales y le miré directamente a los ojos, él permanecía con la vista fija en mi y aquello lejos de darme vergüenza, me agradó.
—Tal vez deberíamos levantarnos o llegaremos tarde —dije pensando que él también debería salir temprano teniendo en cuenta la semana ajetreada que le esperaba.
—Debería haber salido hace media hora, me matarán cuando llegue a la oficina —susurró pero sin parecer apenado por ello y fruncí el ceño.
Tal vez Alexander era muchas cosas, pero irresponsable con sus negocios no lo era jamás, hasta había accedido a casarse conmigo por el bien de su empresa familiar.
—¿Te has dormido? —pregunté extrañada.
—No —negó incorporándose y provocando que quedase a horcajadas sobre él pero con mi rostro a su altura. Aún permanecíamos unidos, aún podía sentirle dentro de mi cuerpo y lo cierto es que me sentía cómoda alojándole en mi interior, sintiendo que estaba unido a mi aunque solamente fuera de forma carnal—, pero el retraso merecía la pena.
Sus labios apresaron los míos fugazmente y después sentí como los abandonaba para incorporarse de la cama dejándome en ella. Durante unos segundos me observó, ya no tenía ningún pudor en que me viera de aquella forma desnuda, aunque no supiera realmente lo que pensaba.
—¿Alguna vez habías llegado tarde? —inquirí sin saber porque hacía aquella pregunta.
Alexander lejos de responder sonrió y comenzó a alejarse mostrándome una perfecta vista de su trasero desnudo mientras se dirigía hacia el baño que había en su habitación.
—Te espero en la ducha si deseas saber la respuesta —oí justo antes de escuchar como el agua caía y no pude evitar dibujar una gran sonrisa.
Si ya llegaba tarde, ¿Qué importancia tendrían unos minutos más?
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La Esencia de Azhar
Romance[Ya A La VENTA] Disponible en Amazon III LIBRO DE LA SAGA FLOR - SE PUEDEN LEER DE FORMA INDEPENDIENTE. Azhar Rashid es la única princesa de los Emiratos Árabes, hija del gran califa Mijaíl Rashid...