XXIX

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De pronto sentí la desnudez de mi cuerpo por completo, ¿Cuándo me había quitado la ropa? Y después aquella sensación de nuevo cuando el roce en mi entrepierna surgió de nuevo

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De pronto sentí la desnudez de mi cuerpo por completo, ¿Cuándo me había quitado la ropa? Y después aquella sensación de nuevo cuando el roce en mi entrepierna surgió de nuevo.

¿Qué era eso? ¡Por todos los Dioses del universo era completamente inusual y maravilloso al mismo tiempo por más íntimo que fuera.

Instintivamente abrí mis muslos y entonces la intensidad de aquel roce se hizo más potente, casi tanto que grité de absoluto placer conforme me inclinaba para dejarme caer de nuevo y ahí me percaté de las manos que yacían a ambos lados de mis nalgas y de la sombra que había entre mis piernas.

Ni siquiera pude reaccionar a ello porque de nuevo una oleada de placer me sobrecogió haciendo que me retorciera y gritara de nuevo ante la intensidad de lo que estaba provocando en mi cuerpo. Cerré los ojos dejándome llevar, era tan intenso, tan absolutamente delicioso que sentí como vibraba hasta el punto de pensar que me iba a morir allí mismo, pero no me importaba hacerlo de ese modo.

Y cuando la intensidad de aquel magnifico vibrar me sobrecogió hasta el punto de saborearlo y pensar que aquel era el fin, la incesante presión se abrió paso a través de mi y percibiendo un leve dolor. Abrí los ojos y vi el rostro de Alexandre sobre el mío, su mirada se reflejaba en mis pupilas y a pesar de la oscuridad pude percibir como nuestros cuerpos se unían.

No era desagradable. No era horripilante. Y desde luego no resultaba repugnante sino absolutamente exquisito.

La sensación de incomodidad inicial dio paso a otra nueva, algo que parecía crecer conforme Alexander se movía.

Era incapaz de de hablar, de decir algo que pudiera estropear el momento o hacerle parar, tenía mis cinco sentidos puestos en la reacción de mi cuerpo en aquel momento, en percibir cada pequeña sensación de placer que Alexander me otorgaba con sus movimientos y por un instinto contrario a mi voluntad comencé a moverme bajo él, a dejar de ser estatua para salir a sus encuentros.

Un cambio en su mirada me hizo pensar que parecía satisfecho y entonces el ritmo pasó de ser más suave a convertirse en algo un poco más intenso.

La boca de Alexander se perdió en mi cuello y descendió a mi pecho mientras que no dejaba de moverse en mi interior, haciendo que aquella cosa que sentía en mi estómago creciera y se hiciera gigante por momentos. Iba a estallar, sabía que lo haría y con tanta intensidad que no sabía si sobreviviría, pero me daba igual, quería alcanzar aquello que fuera que me estaba abrasando y cuando su boca atrapó uno de mis pezones sentí que desfallecía.

Jamás en toda mi existencia había experimentado un placer similar, algo tan indescriptible como apoteósico al mismo tiempo. Era más que fuegos artificiales, era más que subir a la noria más alta o al cima de cualquier montaña, era vertiginoso y exquisito a partes iguales.

Eso era el sexo.

¿Cómo podía el sexo sin amor ser placentero?

Abrí los ojos al darme cuenta de que verdaderamente había sucedido y que todos los prejuicios que me había formado se habían desvanecido por arte de magia.

—Descansa, bella —susurró a mi oido mientras se dejaba caer al lado de la cama y por alguna razón me arrasó la vergüenza.

¡Me había acostado con Alexander D'Angelo y ni siquiera habíamos cruzado una palabra!, ¡Ni un beso!, ¡Nada! Y a pesar de todo eso había resultado fantástico por no decir que era la experiencia más gratificante de mi vida.

Noté el calor de su cuerpo a mi lado todo el tiempo e incluso la respiración profunda minutos después cuando supuse que se había quedado dormido.

¿Habría sido para él igual de intenso?, ¿Estaría Alexander satisfecho? Lo cierto es que con su experiencia lo veía poco probable, pero ciertamente debía dar igual lo que pensara, la finalidad de todo aquello era una y ahora apreté mis labios pensando que de ese resultado maravilloso podría crearse una pequeña criatura que poseyera los rasgos de ambos.

Tenía tal frenesí que me veía incapaz de dormir y me quedé allí observando las estrellas mientras contemplaba el amanecer desde aquella inmensa cama pensando en mi destino, en como sería el futuro pero sobre todo pensaba que nada de lo que había esperado de aquel encuentro se había producido y en parte quizá era porque Alexander D'Angelo era un magnifico amante por mucho que me costara reconocerlo.

El cansancio hizo que al fin cerrara los ojos y venciera el sueño, así que cuando desperté bien entrada la mañana me asombró que Alexander aún permaneciera a mi lado y lo más insólito es que no estaba dormido, sino que observaba su teléfono con especial interés.

—Buenos días —susurré despedazándome un poco mientras sentía que mis músculos había corrido un maratón aquella noche.

El recuerdo provocó que mis mejillas se tiñeran de rojo y dirigí mi mirada hacia otra parte solo para que Alexander no se percatar de ello.

—Buenos días dormilona, ¿Qué tal te encuentras?, ¿Te sientes bien?, ¿Dolorida?, ¿Cansada? —preguntó apartando su teléfono y dejándolo en la mesita.

Aparte de un ligero escozor y algo de engarrotamiento en mis músculos, nada que no se fuera con un poco de estiramientos, lo cierto es que estaba perfecta.

—Estoy bien, gracias por preguntar —susurré incorporándome y me di cuenta que estaba desnuda, así que arrastré la sabana para tapar mis pechos, aunque Alexandre los había visto por completo, aún así aferré el tejido como si de algún modo me protegiera.

Su mano acogió mi mejilla y eso hizo que mi corazón comenzara a bombear rápidamente, me observó con aquellos ojos azules y la sensación de congoja me invadió por completo.

—¿Por qué no me avisaste de que eras aún virgen? —preguntó con tanta suavidad en su voz que casi sentía que era una caricia.

—Yo... bueno... yo pensé que no era necesario, que no habría porqué...

—No pasa nada —dijo comprendiendo que me estaba costando admitirlo—, podría haber sido más suave de haberlo sabido, solo espero que no te resultara demasiado doloroso.

—No lo fue —admití con cierta vergüenza—. Solo sentí una ligera molestia pero nada más.

—Eso está bien —dijo acariciando mi mejilla—, pero a partir de ahora te enseñaré a sentir el verdadero placer.

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La Esencia de AzharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora