XXXV

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Helou flores! Quería hacer este capítulo infinitamente más largo, pero al final si me liaba no lo iba a subir nunca, porque lo voy escribiendo a cachos hahahaha

Intentaré actualizarla más seguido, que a veces se me olvida que tengo en curso varias historias y le dedico más tiempo a unas que otras según me da la inspiración en ese momento (y el tiempo libre con un bebé, por supuesto)

Intentaré actualizarla más seguido, que a veces se me olvida que tengo en curso varias historias y le dedico más tiempo a unas que otras según me da la inspiración en ese momento (y el tiempo libre con un bebé, por supuesto)

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No podía gustarme, él era todo lo contrario a lo que siempre había deseado en un hombre, por no decir que Alexander distaba mucho de centrarse en una mujer, de enamorarse, de serle fiel.

No me podía gustar. No me podía enamorar de él...

Entre gustar y amar había un largo recorrido y sinceramente dudaba mucho que llegara a sentir amor por Alexander alguna vez, pero si empezaba a sentir la atracción física que me provocaba, el simple hecho de saber que gozaba entre sus brazos me generaba una sensación extraña y eso no me gustaba, no quería tener nada que extrañar una vez que todo acabara, pero al mismo tiempo era incapaz de lidiar con ello.

Dejarse llevar y disfrutar del momento.

¿Realmente podría hacerlo?, ¿Podría no pensar en nada más que vivir con intensidad cada momento que estuviera a solas con Alexander hasta que los dos obtuviéramos lo que deseábamos?

Basta de culpabilidad, de auto reproches y de pensar más allá del instante que estábamos viviendo.

El pasado era inamovible y el futuro estaba aún por determinar, pero sí sabía cual era mi presente y en aquellos momentos lo era Alexander D'Angelo y el placer carnal que pudiera brindarme.

¿Y si por una vez en mi vida no pensaba en las repercusiones? Siempre he hecho lo que me correspondía por deber, lo que se esperaba de mi, lo que estaba destinada a ser... ¿Qué pasaría si no pensara en nada más?

Sonreí y Alexander pareció percatarse de ello.

—Está bien, pero me tomaré la libertad de llamarte Álex —presumí llevándome la copa a la boca y así mojar mis labios.

Alexander me observó detenidamente y emitió una breve sonrisa.

—Vas a ser la madre de mi hijo, creo que será oportuno que tengamos un trato cercano —susurró inclinándose sobre la mesa, supuse que lo hacía para que nadie más pudiera oírle—. Y debo reconocer que estoy disfrutando mucho de esa cercanía.

Su mirada era tan intensa que sentí como mis mejillas ardían, Álex cogió mi mano y la rozó con la suya en una caricia.

No sabía porque aquel simple gesto me provocaba un vuelco en el estómago, tal vez era por la falta de costumbre o porque no me esperaba que alguien como él tuviera aquel tipo de reacciones, puede que solo fuera la falta de roce con un hombre, pero cada vez que me acariciaba o rozaba podía sentirlo de nuevo.

La Esencia de AzharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora