XXXIV

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No tenía la más mínima idea de donde iríamos, ni siquiera le había preguntado que tipo de restaurante era, pero si había llamado para reservar estaba claro que sería algo selecto

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No tenía la más mínima idea de donde iríamos, ni siquiera le había preguntado que tipo de restaurante era, pero si había llamado para reservar estaba claro que sería algo selecto.

Normalmente estaba acostumbrada a visitar restaurantes de lujo, donde la gente no suele quedarse mirando tu escolta o no paran de susurrar conforme avanzas, así que muy a mi pesar, tenía que dejar de lado los bares locales o restaurantes menos selectos a pesar de que sabía que podía llegar a comer mucho mejor en ellos, comida casera, real y cercana. Eran contadas las ocasiones en las que mi madre había eludido nuestra escolta para adentrarnos en algunos de sus restaurantes favoritos en Londres, aunque es cierto que allí jugábamos con ventaja porque ella los conocía y nuestros rostros apenas llamaban la atención en la gran ciudad, algo que en nuestro país no sucedía y jamás se le habría ocurrido hacer.

Visualicé mi armario, habían colocado meticulosamente todas las prendas que había llevado y tenía una mejor visión de la ropa. En realidad solo tenía tres conjuntos que podrían encajar con aquella salida teniendo en cuenta que no pensaba salir del barco, ni siquiera sé porque eché aquel vestido rojo, el pantalón alto negro con un croptop a juego en cuero que dejaba parte de mi vientre al aire y un mono de tiro alto en blanco, el resto de mi vestuario eran bikinis, vestidos anchos playeros y transparencias.

El vestido rojo era demasiado sexy y el mono blanco muy elegante, así que descolgué el conjunto negro que podría ser más casual y acorde a cualquier circunstancia y lo dejé sobre la cama junto a la ropa interior negra de encaje. Me di una ducha veloz solo para quitar el cloro de la piscina y enjabonar el pelo, así que secaría al aire mientras terminaba de arreglarme.

Mi piel era morena y además estaba ligeramente bronceada del verano por lo que solo me hizo falta un poco de máscara de pestañas, colorete y brillo de labios para estar lista. Una cola bien alta porque no me había llevado utensilios para moldear el cabello, teniendo en cuenta que no pensaba salir, prescindí de ellos y me dejé las joyas que lucía siempre como complementos; un colgante con medallitas en oro que me había regalado mamá por mi último cumpleaños y dos anillos de reliquia familiar que siempre llevaba conmigo. Por suerte, tenía unos pendientes largos en el bolso que combinaban perfectamente con el pelo recogido, así que una vez vestida y con las sandalias de tacón bajo puestas me miré en el espejo dando el aprobado al look completo.

No estábamos en verano, pero llevaba una chaqueta de cuero por si en el sitio hacía demasiado frío.

No había visto a Alexander desde que me avisó de la cena, era como si se hubiera escondido en alguna parte del barco y lo cierto es que no sé porque no merodeaba por la habitación teniendo en cuenta que la compartíamos.

Cuando salí al salón me lo encontré vestido elegantemente y bebiendo una copa mientras ojeaba su teléfono.

—¿Son las ocho? —pregunté llamando su atención y vi que alzaba la vista para verme.

La Esencia de AzharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora