XIII

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Buenas florecillas! Por fin actualizo Azhar, creo que la semana pasada no lo hice, ¡Muy mal por mi parte! Jejejeje
Que la disfrutéis!

Durante el resto del viaje no conversamos, sino que yo dormité, me dediqué a leer, escribir varias anotaciones en mi cuaderno de arte y esbozar algunos dibujos mientras que Alexander parecía sumido en su ordenador y rodeado de carpetas con planos ...

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Durante el resto del viaje no conversamos, sino que yo dormité, me dediqué a leer, escribir varias anotaciones en mi cuaderno de arte y esbozar algunos dibujos mientras que Alexander parecía sumido en su ordenador y rodeado de carpetas con planos y papeles. No interferí, parecía bastante ocupado así que supuse que era mejor dejarlo así y más teniendo en cuenta como había terminado aquella conversación.

No dejaba de pensar que si él no me había respondido debía ser porque le daba absolutamente igual que yo pudiera conocer a alguien, que tuviera una aventura con otro hombre y aunque eso debía alegrarme puesto que era lo que había deseado desde un principio, lo cierto es que me daba cierto sentimiento de nostalgia el hecho de que ni siquiera se molestara en intentar conocerme, en darle una oportunidad a este matrimonio forzado, aunque... ¿No era Alexander D'Angelo todo lo opuesto a lo que yo anhelaba?

Ciertamente si. Tal vez solo era el simple hecho de estar casada lo que me hacía sentir nostalgia, la simplicidad de haber imaginado siempre enamorarme de mi marido y tener un matrimonio feliz como el de mis padres, pero cuanto antes asimilara que tendríamos vidas independientes y que él jamás me pertenecería realmente, sería mejor para mi.

No sentía nada por él, de hecho apenas le conocía lo suficiente como para decir que teníamos ni siquiera una amistad, quizá la ilusión de nuestras madres por aquel matrimonio era lo que me hacía sentirme de ese modo, pero la verdad es que las palabras de Alexander diciéndome que no me hiciera ilusiones respecto a él no me habían dolido en lo más mínimo, después de todo no podía afectarme si no tenía ningún tipo de sentimiento.

La diferencia horaria entre Dubái y Londres era de tan solo tres horas, así que llegamos al atardecer, pero llamé a mamá para comunicárselo justo cuando el avión aterrizó en el aeropuerto privado.

El personal del avión se encargaría de llevar nuestro equipaje a la casa de Alexander, por lo que nos fuimos en el vehículo que nos estaba esperando a la salida del aeropuerto y percibí que él parecía ansioso por llegar al que era su hogar.

¿Tal vez estaría nervioso por saber si me gustaba su casa?

No dejó de teclear en su teléfono durante todo el trayecto, que a decir verdad no fue demasiado largo, apenas duró media hora y mientras él parecía sumergido en sus cosas, yo me dediqué a mirar por la ventanilla del vehículo la gran ciudad en la que viviría a partir de ahora.

Dubái era moderna, de hecho se estaba convirtiendo en una ciudad futurística llena de diversión, lujo y comercio entre edificios modernistas, por eso precisamente Alexander tenía grandes inversiones en mi país y de ahí que saliera beneficiado con este matrimonio, pero Londres tenía encanto, tenía historia, tenía esa sensación de magia de la que mi ciudad carecía y también estaba el hecho de que por mis venas corría sangre inglesa.

La Esencia de AzharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora