XXVI

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Su reacción no fue inmediata, sino que se quedó durante unos segundos valorando la opción, como si lo analizara

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Su reacción no fue inmediata, sino que se quedó durante unos segundos valorando la opción, como si lo analizara. De algún modo eso me daba a entender que no se negaba por completo a valorarlo, sino que más bien parecía cuestionarlo. La gente decidía tener hijos porque sentía la necesidad, porque deseaban evolucionar como pareja y mostrar al mundo el amor que se profesaban, pero nada de aquello se aplicaba a Alexander o yo, y tener un hijo implicaba que aquel bebe tendría a sus progenitores separados desde el inicio.

¿Era eso justo?, ¿Traer una criatura al mundo solo por nuestro propio beneficio? No lo era, pero sería la única solución a nuestros problemas para siempre.

—Eso nos liberaría de este matrimonio absurdo —determinó como si fuera consciente de que era la única alternativa a mantener vidas separadas—. ¿Estarías dispuesta?

Alexander me miraba decidido, con una mirada intensa y lo cierto es que no sabía si realmente sería capaz de hacer algo así o solo hablaba mi rencor interno hacia lo sucedido. De un modo u otro mi decisión marcaría mi situación de por vida; vivir una vida insulsa el resto de mi vida sin sentir realmente o poder tener la libertad de rehacer mi vida con alguien que realmente me ame.

—No lo habría mencionado si no estuviera pensándolo seriamente.

Verdaderamente no tenía asumido lo que eso significaba, simplemente había dado rienda suelta a lo que Hassan dijo una vez cuando le pregunté si debía durar mucho el matrimonio con Alexander; solo hasta que haya herederos. La idea de tener un hijo junto a él me había parecido horrenda, espantosa y cuanto menos frívola, pero ahora me resultaba el único modo con el que ambos seríamos felices sin amargarnos la existencia.

«Es egoísta Azhar y lo sabes. Te sentirás culpable» reconoció mi conciencia.

Lo sabía. Era una decisión difícil y complicada, sobre todo porque egoístamente estábamos pensando en nosotros y no en la responsabilidad que conllevaba tener un hijo en esas condiciones.

Es cierto que no tendría carencias, salvo la que yo consideraba más importante; un núcleo familiar completo.

—Creo que es algo que debemos meditar con la almohada. Será mejor que descansemos y lo hablemos mañana por la mañana —decretó Alexander y por primera vez me pareció una estupenda idea.

Me despedí de él y me encerré en la oscuridad de mi habitación. Necesitaba una ducha fría que aclarase mis ideas y lo que yo misma había sugerido como solución a nuestros problemas.

—Es un hijo Azhar, no es un bolso de marca, ni un cachorro o una planta a la que cuidar, se trata de un bebé que crecerá, que tendrá mil preguntas y que tal vez jamás perdone las condiciones en las que le traerás al mundo —me decía en voz alta para ser consciente de ello.

En ese momento pensé en un recién nacido de cabellos claros y ojos azules como los de Alexander, la imagen me enterneció y supe que se pareciera a él o a mi, le amaría por igual porque sería mi hijo, quizá no fuera fruto del amor de sus padres, pero me desviviría en cuerpo y alma por hacerle feliz y darle todo cuanto pudiera.

¿No había mencionado precisamente mi madre que Jasmine estaba deseando ser abuela? De un modo u otro ese bebé estaría rodeado de amor aunque sus padres no estuvieran juntos.

Era sábado y por suerte no tenía clase porque habría llegado realmente tarde, así que bajé las escaleras a media mañana en camisón. Alexander había mencionado que hablaríamos por la mañana pero casi nunca estaba en casa, así que no sabía realmente si aquella conversación se pospondría hasta que regresara.

Su figura medio desnuda mientras parecía beberse un batido de frutas apareció ante mi en cuanto llegué al pie de la escalera. Parecía sudado y deduje que habría estado practicando boxeo o algún otro deporte según su aspecto.

—Buenos días —dije cordialmente.

—Veo que has dormido bien —mencionó observándome y sentí que de algún modo estaba inspeccionando mi cuerpo.

¿Es que se estaba preguntando si mis caderas eran apropiadas para tener hijos?

—Lo suficiente —contesté mientras abría el frigorífico y sacaba el zumo de naranja.

—He estado dando vueltas a tu sugerencia y coincido en que será la mejor solución para ambos. —Con aquellas palabras asumí que acababa de aceptar la idea de tener un hijo.

—Muy bien. Empezaré a buscar clínicas de fertilidad la próxima sem...

—No. No. No —negó rápidamente antes de que pudiera acabar la frase. ¿No?, ¿Si acababa de decir que era la mejor solución? —No pienso ir a una clínica de fertilidad, llevamos casados poco más de un mes, nadie se creería que tenemos problemas para tener hijos y después de tu estupendo artículo, lo que menos necesito es que se oigan rumores de que soy incapaz de dejar embarazada a mi mujer.

Mis ojos se abrieron atónitos ante la idea de que Alexander D'Angelo pretendiera que me metiera en su cama.

—¿Y qué pretendes? —exclamé como si necesitara que él mismo lo dijera con sus propias palabras.

—No pretendo nada, lo haremos como lo hace todo el mundo, te aseguro que soy un auténtico experto en la materia... —dijo dandole un mordisco a una manzana y sonando tan casual como si acabara de decir que ha cerrado una operación financiera.

—Ni hablar... —dije dando un golpe en la mesa con el vaso de zumo.

—Tu eres la que mencionó que no podías soportarlo más y la que sugirió lo de tener un hijo. O lo hacemos a la manera tradicional o nada —atajó dandole otro mordisco a la manzana.

Me quedé mirándole por un instante. No era feo, no lo era en absoluto y desde luego era atractivo, demasiado para mi gusto... ¿Podría tolerar la idea de que me tocara?, ¿De que me poseyera?

«Solo será hasta que te quedes embarazada, Azhar...»

Si me echaba atrás volvería a la misma situación, a la misma realidad de la que me pasaría la vida huyendo sin encontrar una salida.

—Si acepto se acabarán tus salidas y tus aventuras con otras mujeres. Te quedarás en casa —dije sin añadir que sería el único modo de que me creyera que no andaba por ahí de caza.

—No hay problema, tendré quien caliente mi cama en mi propia casa —contestó sonriente.

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La Esencia de AzharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora