XXXII

14K 2.6K 244
                                    

La sinceridad y el hecho de ser tan directo en sus deseos era algo que no debería sorprenderme a estas alturas, más aún cuando dejó muy claro como sería nuestro matrimonio y yo accedí a ello, pero una cosa era cuando hablaba sobre otras mujeres y ...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La sinceridad y el hecho de ser tan directo en sus deseos era algo que no debería sorprenderme a estas alturas, más aún cuando dejó muy claro como sería nuestro matrimonio y yo accedí a ello, pero una cosa era cuando hablaba sobre otras mujeres y otra muy distinta cuando se refería a mi en ese modo.

No era ninguna mojigata más allá de que jamás me había entregado a un hombre, pero era plenamente consciente de a que se refería y desde luego yo había fantaseado siempre con ello, pero con un hombre que me amase, que me correspondiera y que entre nosotros hubiera mucho más que simple deseo.

Es cierto que no podía pretender que Alexander sintiera algo por mi más allá de aquello, precisamente lo hacíamos con la plena intención de que cada uno tomara su rumbo y no tuviéramos que soportarnos. Tampoco es que nos lleváramos mal, de hecho ni siquiera habíamos ofrecido la oportunidad, pero todo entre nosotros había comenzado forzado y el amor jamás surgiría de una relación con aquellos comienzos, eso por no decir que yo nunca podría amar a alguien como él.

Si, era guapo. Si, tenía un cuerpo de infarto. Si, era trabajador y responsable con su empresa, pero ni era atento, ni era cariñoso y menos todavía se había detenido a interesarse por como podía sentirme con todo aquello cuando había dejado atrás mi vida y me había venido a vivir a un país alejada de toda mi familia.

Eso me hacía ver que su empatía era nula y que yo le importaba menos que uno de sus planos para construcciones futuras de última tecnología.

Pero cuando pensaba que Alexander era un cretino, misógino, ególatra y estúpido al máximo nivel, de pronto existía una parte de él que sonreía, que intentaba ser agradable, simpático e incluso complaciente.

¿Era bipolar?

Tal vez esa parte agradable de él solo resurgía cuando a él le interesaba que lo hiciera como en aquellos momentos.

—Se supone que no eres mi maestro, sino que me tienes que dejar embarazada y nada más —dije sin mirarle, porque ciertamente sus ojos azules encandilaban demasiado.

No quería comenzar a sentir nada por él, ni me quería plantear la sola idea de que pudiera comenzar a expresar sentimientos o cariño hacia Alexander solo porque mi cuerpo se sintiera especialmente bien con las cosas que él le hacía.

¿Cómo no iba a sentirse bien si él era precisamente un experto en el arte del sexo? Lo hacía cada noche con una mujer diferente, desde luego que tenía experiencia más que suficiente para sentirse un maestro y querer enseñarme todo lo que deseaba.

Sentí su mano sobre mi mentón para que le mirase de nuevo y su sonrisa había desaparecido por completo.

—No he dicho que quiera ser tu maestro, creo que me has entendido mal, quizá deba pedir disculpas por ello —dijo como si sintiera que verdaderamente me había ofendido—, pero no puedo evitar expresar en voz alta mis deseos, siempre lo he hecho, aunque si te abruman lo entiendo, no volveré a hacerlo, a veces olvido que procedes de una cultura menos liberal que la nuestra.

La Esencia de AzharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora