Capítulo 19. La cueva rota

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Aun se preguntaba porque no le temblaron las manos en cuanto atravesó la piel de ese ser, porque no se detuvo a pensar en cuanto tenía la cuchilla en sus manos. ¿Porque no sintió remordimiento? Jamás había estado en ninguna situación como esa, pero, la sensación que ahora recorría sus venas al recordarlo era placentera. Ahora mas que nada, se sentía capaz de proteger a su hermana, no dudaría en atravesar otra piel si fuera necesario, y eso debía demostrárselo a la reina, era algo precipitado pensarlo, pero creyó que seria lo mejor por el momento. Creía que era capaz de todo, pero aún subestimaba mucho a la mujer pelirroja; sacudió su cabeza como si quisiera borrar esos pesados pensamientos, necesitaban enfocarse en llegar lo antes posible a la cueva.

Con cada metro que subían de las montañas, el frio era más notorio, la neblina cubría gran parte de su vista, recordaban la hermosa nieve blanca de Bezmeck en invierno, esa en la que el anuncio sobre el primer vuelo en avión interrumpió los juegos en la nieve, ese día en la que se propusieron a ahorrar por tan cara aventura. Resbalaron incontables veces al subir el lugar, estaban seguras de que habían encontrado un sendero que desde hace tiempo nadie cruzaba, hasta ahora; mientras se aproximaban se percataron de que el tronco de los árboles tenía manchas blancas, mientras más avanzaban esas manchas cubrían los troncos por completo, las rocas eran copos de nieve grandes, pero no eran suaves ni ligeras como un copo debería ser, era un sendero extravagante, algo más curioso que la vegetación llamo la atención de Emily, a lo lejos de una montaña, uno de los pinos plasmaba el símbolo de la magia, la cueva estaba cerca, según las indicaciones del glyfaliano.

Ese pino iba en dirección contraria del sendero, pero decidieron desviarse, tal vez ese símbolo podría ayudarles a pasar vivas esta noche. Inmensos pinos con nieve adornándoles, si el libro las hubiera dejado aquí, seguro pensarían que era un bosque indefenso y predecible, pero no era así, la tierra podría tomar sus cartas en contra de ellas en cualquier decisión incorrecta que tomaran, todo era un juego de azar, una suerte de la que jamás estarían seguras por apostar. Se extraño, aquel símbolo era enorme, nadie que caminara por este sendero lo ignoraría ¿Acaso esto era obra de Carolina? "La tierra de Glyfalia se protege" dijo Mingh hace días, esto no era una trama por ella, si no, para ella: Carolina sospecharía de inmediato que las mujeres sobrevivientes se refugiarían en las sorpresas mágicas que los símbolos contenían.

Se alejaron de inmediato, y retomaron el frio sendero, ya no sabían si sus piernas estaban dormidas de lo agotadas que estaban o del helado viento de las montañas, desde que el sol salió no habían parado, solo tomaron un descanso para comer que ni siquiera duro media hora. Esto no se parecía en nada a un día de campo, esta vez no tenían la combinación perfecta en su vestimenta, ni el cabello inundando en tratamientos para verse cada día mas bello, mucho menos sus manos de princesa, que ahora parecían una tabla de picar. Aunque de lo único que descansaban, eran de esos tormentosos tacones, ahora si se miraran al espejo, ninguna se reconocería debajo de todas las cicatrices y el cabello largo; su familia se llevaría una enorme sorpresa de verlas así, con los labios poco a poco tornando un color suave entre morado y rosa, con la tez tan clara que parecía endurecer, las piernas entumiéndose en cada paso, sentían como sus órganos temblaban igual que ellas. El sol ni siquiera tuvo que esconderse, sus rayos no afectaban en nada a este frio infernal, sentían que en poco tiempo se convertirían en estatuas, hasta que la esperanza del calor les ilumino.

Una cueva, con la entrada en forma de pluma, esta era la primera vez que entraban en una, aun así, sabían que este era la que su destino marcaba. Se miraron a los ojos en cuanto notaron la distancia y asintieron al mismo tiempo, entonces el calor llego a sus pies, corrieron, se escuchaba su piel crujir por la nieve que se rompía cubriéndoles los brazos, pero eso no importo, al fin habían llegado; correr fue volver a respirar, tenían muchas ganas de poner los pies dentro de la entrada extraña de la cueva, pero se detuvieron derrapando sus botas, suspiraron con un aire blanco para después sonreír, ambas pensaban en una sola cosa: volver, saldrían de este incorrecto hogar por fin, dentro de los rincones lúgubres de este lugar, les esperaba la puerta a su vida: el libro.

Glyfalia. "El Libro Perdido"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora