Capítulo 50. PARTE 2 -Gotas la razón, sombras al corazón

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Solo en pesadillas le había visto de este modo y, aun así no se compararon al dolor que sintió cuando mostro el primer ataque, a paso firme, sin temblar ni amenazar verbalmente antes, se lanzo hacia el hombre de barba con intensión de golpearlo con la parte larga de su arma, fue por mera inercia que interpuso su lanza contra la mujer cuando esta se acercó, le sorprendió y al mismo tiempo le alivió, conocía los movimientos de su amada, pues había peleado con ella con el fin de aprender, si bien sabia como contraatacar con ella de oponente, Erick prefería solo esquivar sus golpes, Verónica también conocía sus tácticas, la forma en la que él tomaba su lanza y posicionaba sus manos, era un golpe distinto, su respiración y cada milisegundo en el que apartaba la vista, justo antes de moverse, ambos conocían muy bien el objetivo de cada embestida, era lo que aliviaba al hombre.

—¿Por qué no me das al corazón? —le pregunto al verla sudar por las decenas de veces que le esquivo, ella seguía desaprovechando los momentos en los que el daba la espalda. Verónica no respondió, pero fue el momento en el que cada uno de sus ataques tomaban más tiempo con los ojos cerrados —¿Por que estas haciendo esto? —insistió esta vez intensificando sus contraataques, verla chocar y caer por sus manos le destrozaba, las gotas de su frente pronto se acompañaron de la que provenían de sus ojos; necesitaba agotar lo que la tenia tan tensa, ella no estaba bien, lo supo cuando aquellos ojos marrones que adoraba repitieron la acción de los suyos, definitivamente ella también se estaba sufriendo.

—¡Cállate ya! —ordeno la mujer cuando Erick le tenia contra la pared, ejerciendo fuerza con su lanza hasta obtener respuesta y, al gritar, le lanzo obteniendo el espacio suficiente para volver a la jugada. Por supuesto que no quería respóndele, ella sabia que en cualquier paso en falso él, podría atravesarle muy fácilmente; había tenido más de siete pasos así y él solo seguía intentando alejarse. Pero tenía razón, mientras caminaba hacia el pasillo, solo se repetía lo que tenia que hacer a cambio de la libertad de su hermana y ella, este era el precio, pero era tan caro que cuando tenía su cuello descubierto a su favor, su corazón palpitaba tanto que solo cerraba lo ojos para volver a fallar.

—Entonces...—el hombre desobedeció, harto de no poder asimilar contra quien peleaba, moviéndose solo por instinto de supervivencia mientras le hería sin piedad la mirada de la mujer que, al igual que él, quería que todo esto terminara— mátame ya —dejo caer su lanza mientras abría los brazos ante ella, cuando se puso de pie, cerro los ojos que ya no soportaban los golpes de las lagrimas viejas que tenía, desde que le perdió. Verónica dio unos segundos para observar cómo se rendía y escuchar a su alma decirle "ya no más", fue el momento en el que la estocada final se clavo en el suelo de frente, mientras la mujer corría hacia él, dejando su arma a mitad de camino para después, arrojarse a él imitando sus brazos, ¿a quién engañaba? su corazón en cada embestida le imploro esto, al estar cerca de él, pegada a su pecho en donde el palpitar de su amado le revelo lo mismo que ella sentía. Ninguno se resistiría un minuto más, cerraron los brazos mientras sus palmas acariciaban la espalda del otro diciendo "te extraño" sin escucharlo.

Pronto el tiempo se terminaba mientras se miraron a los ojos como si estos fueran imanes, una segunda campanada les interrumpió, llevándolos de vuelta al mundo real, en donde esa alarma no fue su única visita, si no, también la mujer que empujaba a Marta sin separar el cuchillo del cuello ajeno; la pareja le miro sorprendida por la seriedad con la que se aferraba a ella, sujetaba con su mano libre la cuerda que le daba cinco o mas vueltas a las muñecas de la prisionera, quien solo les miraba a los tres espectadores libres con recelo; Erick le reconoció de inmediato ¿Cómo olvidar a esa vendedora? sin embargo, a pesar de que imagino varias noches el momento en que la tuviera de frente para desahogarse, tener a Verónica sobre su pecho alivio ese rencor que alguna vez le tuvo.

Marga se asomo tras la ventana, pues después de la campanada el ruido desde fuera fue cada vez mas notorio y desesperante: muchos guardias salían del castillo, incluso los pasos arriba de este pasillo bastaban para imaginarlos a todos correr hacia una misma dirección, varios de ellos entraban al bosque, otros se dirigían al pueblo, pero ninguno volvía al castillo.

Glyfalia. "El Libro Perdido"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora