Capítulo 27 La realidad de este mundo

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La mujer rubia observaba entre tiempos lentos y movimientos rápidos lo que ocurría en la cabaña de lejos, mientras escalaba el árbol con el corazón acelerado. Aunque estaba distanciada, podía ver perfectamente a los enemigos peludos que patrullaban los pastizales, sin embargo, no estaba segura de que lo fueran, todos los peones de Carolina eran completamente entrenados por su ideología.

El tiempo corría, no sabía si determinarlo en poco o en una eternidad, no veía a su hermana ni a Erick salir, ojalá y no hubiera perdido la cuenta cuando el último glyfaliano entro en la cabaña, no sabía que la preocupación llegaba hasta los huesos, terminaría de devorar sus uñas pronto, queriendo llegar hasta beberse sus venas y así, logra que el nerviosismo la abandonara. Este sentimiento por fin cambio, cuando distinguió de entre las hojas de los árboles, a los dos guardias que buscaban en la tierra. Eran veloces, demasiado veloces para enfrentarse y distraerlos, aunque corriera, la alcanzarían en un segundo. Pero ¿Por qué ellos eran tan pocos?, ¿acaso habían abandonado a sus compañeros perdidos a su suerte? ¿Esta era la filosofía de la reina?

No le encontrarían jamás en este punto, estaba segura de que podía pasar una noche en los gigantescos arboles del bosque sin ser descubierta, quizás habían pasado diez minutos y aun no había señales de ellos, y como si eso no fuera suficiente como para querer saltar y detener a todos, observaba a esos dos glyfalianos con sus armas apuntando hacia enfrente, cada movimiento de esos enorme seres le ponían la piel de punta.

La vida le dejo respirar cuando noto una cabellera negra salir de la chimenea, suspiro con gran alivio, pero algo estaba mal, ella no apartaba la mirada del túnel de luz que se formaba desde su vista, incluso pudo ver que, intentaba regresar ¿Por qué? ¿Dónde estaba Erick? Deseaba mas que nada ahora darle un buen golpe al hombre de barba solo por esta escena, seguía adentro, su hermana lejos en el techo de una cabaña rodeada de gorilas, y ¡Ni si quiera habían desayunado!

...

Se escucho un alarido justo después de perder de vista a su preciada compañía, las lágrimas amenazaban, pero distinguió que aquel grito no se parecía en nada a él. Aquel canguro sin arma huyo de la habitación, no tenía otra opción, ese humano le había hecho una herida en su espalda desde el hombro hasta la cadera, no era profunda, pero si había alcanzado a rasgarle la ropa de lado a lado, su chaleco quedo como una bandera mal puesta en el asta; cuando hecho a correr este le persiguió sin dudarlo, aunque el glyfaliano seguía sin atacarle y se concentraba solo en huir.

El pasillo casi terminaba y ese hombre loco lo atravesaría con su lanza sin dudarlo si se descuidaba, sentía la punta de su lanza rozándole el cuello, el aire que provocan los movimientos bruscos de los ataques del humano se sentían como una punta de hielo en el codo; la herida le dolía mucho, pronto lo alcanzaría, así que, al llegar al final del pasillo no pensó en detenerse, no había otro pasillo por el cual doblar, entonces cruzo sus brazos cubriéndose el rostro y salto contra la pared, rompiéndola fácilmente, cayo a los pastizales quejándose del dolor, había dado dos vueltas en el aire antes de impactar, apenas si sus manos alcanzaron a disminuir el golpe en su frente.

El sonido de las maderas romperse no pasó desapercibido, entonces el silencio le inundo los tímpanos al hombre, la preocupación de los sobrevivientes se triplico. Pues el glyfaliano que verificaba el primer piso, ahora subía las escaleras, se aproximaban hacia él mientras sus inmensos pasos le hacían pensar que ese sería el ultimo día de vida. 

Al darse la vuelta vio a ese enorme ser que solo imaginaba mediante el sonido; de pelaje oscuro, cicatrices terribles en el rostro, sus garras rotas sosteniendo una lanza que parecía que el mismo había afilado con sus dientes, le doblaba en estatura, eso fue seguro cuando tardo más de dos segundos al levantar la vista y verle hacia los ojos, su penetrante mirada amarilla le hizo temblar, retrocediendo dos pasos, el miedo le comía como nunca, pero, aun así, no bajo su lanza. Viendo una película en su mente de recuerdos que llegaron justo en el momento correcto, dándole fuerza para tomar la espada y que sus venas se resaltaran.

Glyfalia. "El Libro Perdido"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora