Cap 22. Amargura

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Habían pasado muchos años desde que no le veía en persona, su voz no se parecía a el rostro que tenía ahora de frente en nada, su cabello no demostraba las canas que debería, las arrugas en su rostro parecían haber sido tratadas durante bastante tiempo para hacerle lucir una linda mirada abierta debajo de sus lentes, lo que encontró exactamente igual, fue su postura imponente sin siquiera fruncir el ceño para sentir la pesadez que provocaba con dirigirle la mirada. 

Sintió esas sensaciones extrañas que ya había olvidado como esa emoción de alegría familiar que hace tiempo no recorría su cuerpo, la que le hacía que sentarse en la mesa fuera un gran placer, y esa que creyó jamás volver a sentir: el miedo, entonces los recuerdos inundaron su mente por los últimos dos segundos perdidos en lo avellana de sus ojos, esos que por las noches le hacían desear perder el sentido auditivo.

—¿Qué haces aquí, Marta? —volvió a mencionar su nombre sin perder la compostura.

—Te lo explicare cuando me saques de aquí —respondió secamente con las manos recargadas en los barrotes de la celda.

Carolina de inmediato ordeno a los guardias que la dejaran libre, no le había prestado atención a su acompañante aun, una mujer blanca de cabello negro con los ojos bien abiertos mientras analizaba a los Glyfalianos con paso tembloroso, se dio cuenta de que aquella chica no era buena disimulando, eso no tenía importancia por ahora para la pelirroja, por otro lado sus recuerdos y el desorden siempre iban de la mano, forjando unas ganas inmensas de abrazar a la mujer de bufanda roja al igual que dejarla en la celda para siempre.

Quizás se dio cuenta, pues basto con verla una sola vez de pies a cabeza para leer a la reina como cualquier cuento infantil sonriendo para ella mientras se acercaba, era tan alta que apenas su cabeza le llegaba a los hombros y así, tal cual lo supuso la miro cambiar su expresión seria, acurrucándola en sus brazos con una suave caricia por su espalda, sintiendo como se relajaba, dejándose caer como si esperara que su cuerpo le absorbiera, la tensión de la habitación y el estrés de los guardias por no ser regañados se esfumo de la nada.

Pero la extraña tuvo que arruinarlo todo, aprovechándose de ese tierno abrazo para salir corriendo en busca de la salida que ni ella sabía si podría encontrar, corrió en dirección contraria de los guardias empujando a Marta mientras su respiración se agitaba; La reina hizo un solo gesto con la cabeza y la armadura de los guardias no tardo en escucharse, casi al instante la tuvieron atada de manos más asustada que al principio forcejeando y rogándole a los enormes guardias que no la lastimaran mientras ellos la arrastraban ante la pelirroja.

—Esto no es un secuestro, lo que sea que grites solo desgastara las fuerzas que ahora me pertenecen, lo primero y único que debes saber aquí es que; las ordenes las doy yo —dijo Carolina tomándola de la barbilla enfurecida por haber interrumpido ese abrazo que llevaba tiempo esperando —¡enciérrenla!

Los guardias obedecieron, reconocieron el enojo de la reina y quisieron complacerla intensificando la fuerza de sus agarre contra la mujer, por otro lado, a pesar de la brusquedad con la que la trataron se asombraba de la manera en la que se habían dirigido a ella al responder sin titubear: "Majestad" nada podía ser más extraño que enterarse de que este mundo aún vivía en monarquía, además de los extraños súbditos. Había leído muchos cuentos sobre historias así, y lo tétrico que seria vivir en ellos cuando el antagonista era el que tenia todo el poder sobre todos, sin excepción ni límites.

La reina y la mujer de bufanda roja se dirigieron hacia una de las habitaciones mas elegantes que fuera digna de su especial visita, pensó en la ideal mientras salían de los pasillos musgosos del calabozo; ambas tenían mucho que decir, pero el recorrido se mantuvo en silencio hasta que una de las puertas les aseguraba que su garganta podía echar a andar sin fronteras. El personal del castillo le reconocía a esa mujer vagamente, nadie recordaba su nombre, a excepción del único ser que fue capaz de grabar la historia de principio a fin en su memoria sin olvidar detalle, el glyfaliano de toga verde era el único que sabía de donde provenía aquella mujer de la que no se le permitía hablar.

Glyfalia. "El Libro Perdido"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora