Capítulo 43. Hacer historia

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Era solo un grupo de guardias por ahora, había mensajeros en todos los rincones junto a ellos, la reina no tardaría en enviar a toda una tropa si fuera necesario, y pronto lo seria. Erick corrió hasta la puerta principal y comenzó a cubrirla arrastrando el sofá, el librero y todos los muebles que tuviera a la vista, Emily y Verónica hicieron lo mismo con la puerta de la que pensaban escapar, tiempo era el que les amenazaba, el estrés incrementaba al escuchar reír aun con la banda en la boca al glyfaliano del suelo, su palpitar se fusiono con la vista, cuando este comenzó a acelerarse, las paredes lo reflejaron de inmediato, los nervios no paraban de imaginar los escenarios en los que serian arrastrados por todo el pueblo hasta llegar a las puertas del castillo, si los atrapaban, ser arrastrados seria lo mínimo que la reina les tendría preparado.

La casa estaba repleta de plantas y arboles secos, el dueño era un fanático de la naturaleza, incluso había un árbol justo al lado de la chimenea que estaba a nada de llegar al segundo piso, pinturas que reflejaban los bellos pinos de las montañas secas y nevadas, le recordaron a todo el difícil camino que recorrieron durante días, la rubia jamás le había puesto tanta atención al hogar del anciano hasta ahora, no era la primera vez que se adentraban aquí sin permiso.

En aquellos milisegundos en donde las sensaciones de su viaje volvían a recorrerle, lo disfruto, fue necesario, así lo pensó. Al tener en sus venas de nuevo la emoción excitante que los recuerdos al descubrir su magia le provocaba, el potencial del que era capaz y aun no probaba, le llenaban de brillo.

Fue como si volviera a vivir las meditaciones con el maestro en ese abrir y cerrar de ojos, las llamas que controlo en el laberinto despertaron su creatividad. Mientras el anciano seguía bufándose, su hermana y el hombre de barba se acercaron a Emily, quien los miraba sonriente. Ajusto su mascara marrón y trono sus dedos.

La mujer menor se mantuvo en silencio mientras los guardias seguían golpeando las entradas, era lo único que se escuchaba, amenazaban y gritaban que la victoria estaba escrita, solo por tenerlos rodeados...fue entonces que callaron, cuando la tierra comenzó a temblar. "¿Qué ocurre? ¿Escuchan eso?" alejaban los guardias fuera; las pinturas, las cortinas y el techo bailaban mientras la rubia se mantenía con los ojos cerrados, con las palmas extendidas mirando hacia el suelo, el glyfaliano atado ahora la miraba con pavor.

Esta casa se encontraba muy cerca del bosque, mismo en donde el retumbar comenzó, algo se movía desde los grandes árboles, los protectores del pueblo no podían perder mas tiempo, comenzaron a impulsar con brusquedad sus cuerpos, las entradas del lugar, movían los muebles en cada empujón generosamente, la tensión aumento cuando las ventanas se rompieron, un fuerte aire las derrumbo desde dentro cuando el amuleto brillo e ilumino todo su pecho, fue su primer movimiento, cuando engarroto los dedos como si quisiera jalar algo muy pesado.

Las plantas del hombre cayeron, en cuanto llegaron al suelo sus raíces crecieron de manera sobrenatural, seguían y seguían creciendo, acumulándose por debajo de los pies de la mujer con los ojos en blanco, les erizo la piel la forma en la que brillaban a través de la máscara, bastaba alzar los pies ligeramente para que siguiera acumulándose sin problemas.

Las raíces del árbol de en medio de la sala también comenzaron a crecer sin parar, el glyfaliano miraba atónito lo que ocurría dentro de su hogar, conocería lo maldad de los humanos, tal y como lo había predicho su majestad. Pronto, intento moverse en todas direcciones para zafarse; aquella intrusa rubia estaba creando una barrera de raíces y tallos que crecían como nunca lo había imaginado, poco a poco le daba forma mientras sus manos se mantenían forzando su agarre, distinguía los ligeros movimientos de su cuello, por ello sabia, que no solo huirían con su preciada vegetación, estaba creando algo, mucho más grande.

La puerta estaba siendo tan golpeada que, su marco ya soltaba el polvo con la que estaba asegurada, en uno segundos los muebles se dispersaron, algunas con lanzas atravesadas, rotas al igual que el gran hueco que había provocado en la entrada, comenzaron a gritar mientras el hombre atado lloraba implorado ayuda; no podían creer lo que veían, fue tarde para cuando quisieron dar el primer paso a por ellos, apenas si observaron el movimiento, que la mujer de mascara de oso hizo con sus manos, cuando el árbol dentro de la casa creció en dirección hacia ellos de repente, arrojándolos a todos de un golpe lejos de la entrada, unos atorados entre las ramas que no pararon de crecer hasta estar unos diez metros lejos de la casa ajena, las quejas y los gritos marcaron el siguiente paso.

Glyfalia. "El Libro Perdido"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora