Capítulo 36. Las cartas a tu favor

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La mujer de vestido tomo a Verónica del cuello arrinconándola en la pared de una de las cuatro entradas, posando otra mano en su pecho con las garras bien abiertas, dispuestas a atravesarla si ella intentaba zafarse, sucedió tan rápido que apenas si la mujer nueva pudo parpadear —¡¿Quién eres tú?¡ —su grito fue tan brusco que termino escupiendo un poco en la frente de la chica.

—Déjala, Marga. Por favor, no le hagas daño.

Marga solo miro con odio a esa mujer que le tenía suplicando al hombre que amaba, la ira crecía tanto que se aferraba intensamente a ella, apretando sus manos y rasguñando su piel, sonreía con solo ver sus gestos de dolor, aun sin conocer a su víctima. Mientras Erick seguía pidiendo que la soltara, ella rechinaba los dientes, miraba a Verónica como si ella tuviera la culpa de todas sus angustias, la autora de todas sus desgracias. Hasta que el hombre ya no lo soporto más, no supo de donde saco el valor para ordenarle a sus piernas agacharse para tomar su lanza y aun sin dejar de temblar, correr hasta ella.

Al aproximarse, él bajo la punta de su arma, no estaba listo para que la escena se repitiera, Marga esquivo su golpe, interponiendo su brazo como si fuera una bofetada, tenía tanta fuerza que lo lanzo dos metros atrás. "Esto no es real, Erick...no puede ser posible" se dijo al impactar contra el suelo, como si ese golpe le hubiera abierto los ojos y, en ese segundo analizar lo imposible que era esta situación, había presenciado como Marga se mataba así misma por un capricho, y en un pestañeo, la tenia de nuevo intentando hacer lo mismo, pero ahora con la mujer más hermosa que había conocido en su vida.

Sin olvidar lo fuerte que eran estas mujeres, las expresiones que cada una hacia al revelar sus garras, sabía que ella estaba en Glyfalia, pero definitivamente, ninguna se parecía a la original. Se levanto y su impotencia seguía teniendo lugar en él, permitiendo que la mujer de garras volviera a tirarlo de un solo golpe, siguió levantándose cinco o tal vez seis veces, obteniendo el mismo resultado y manchar de arena su ropa, su cuerpo le dolía, cada impacto era totalmente igual, no dudaba en que su espalda abundase hematomas.

—Vamos Erick, ya no quiero golpearte más. No cometas algo de lo que puedes arrepentirte después —rogo calmada, giro su cuerpo para abofetear a el hombre, sin soltar el cuello de la chica. No había necesidad de girar el torso, como si ningún golpe le hiciera un rasguño —¿Por qué te desgastas tanto por esta estúpida?

—¡Por que la quiero ¡

Al escuchar eso, sus pupilas se redujeron al igual que la fuerza en todo su cuerpo, lo dijo con un tono de voz tan seguro que la hizo estremecer, mientras lo veía aproximarse a ella, esta vez con el arma ansiando comer de su piel. Después de esas palabras, Marga apenas si levanto el brazo para bloquear el golpe, sin embargo, se sentía tan vacía que solo observo, sin parpadear ni un segundo, el rostro del hombre que acababa de atravesarla, con tanta fuerza que las manos de su atacante chocaron con su abdomen, salpicando gotas de sangre negra en su perfecta tez bronceada.

El ultimo gemido de la siguiente Marga, marco su fin, comenzó a desprenderse en finos pedazos negros, que volaron en todas direcciones, humeando ligeramente consigo, incluso las que impactaron en Erick, todas esas pequeñas hojas de su ser se dispersaron, no hubo necesidad de sacar su lanza, Verónica por fin recobraba su respiración, sus manos, su cabello y cada parte de Marga se perdieron con el viento.

A pesar de que lo traumado que estaba ya, sabia que le atormentaba mas ver sufrir a esa mujer sencilla que le había acompañado estos últimos meses, mientras corría con su arma de frente, lo único en lo que pudo pensar, fueron los momentos que había vivido con Verónica, su pequeña discusión al salir por provisiones adentrados en el bosque, hasta ese primer acercamiento en la cueva rota que seguía disfrutando con solo recordarlo, era como si volviera a sentir esa sensación al tener su mentón delicado rozando su cuello, para él, después de esa estocada confirmo que no había mujer mas ideal para compartir su felicidad.

Glyfalia. "El Libro Perdido"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora