Cap.8. Erick.

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Era la segunda noche que podía dormir sin escuchar los susurros de la voz que aparecía en sus sueños, abrió con dificultad los ojos, extrañaba despertar con la luz de su lampara, en lugar de los rayos directos del sol que pasaban por los pequeños orificios de las hojas. Miro hacia la izquierda, notando a Verónica dormida, siguió su recorrido observando el escondite en donde habían pasado la noche, no recordaba haberlo hecho, al llegar al otro lado vio sentado a alguien dándole la espalda, afilando un cuchillo pequeño de piedra lentamente, entonces su cabeza lo recordó, ese hombre era su salvador de anoche, estaba agradecida, aun así, daba miedo el despertar con esta escena.

Al acostumbrarse mejor a la claridad, pudo observar que detrás de ella había una roca que sostenía el fuerte de hojas que los cubría de ser vistos, no tenía idea de la supervivencia, sabía que ella no era capaz de hacer algo así con solo hojas y ramas, aunque, las hojas eran gigantes, no había visto ningunas iguales a estas, eran tan grandes como la mitad de su cuerpo, el olor que desprendían era tranquilizante. Mientras se acomodaba para sentarse, él escucho sus movimientos, y giro su cuerpo para quedar de frente, traía una manta de cuero amarrada desde la cintura hasta su cuello, para hacer una especie de gorro, mismo que no dejaba ver su rostro.

— ¿Estas bien? —pregunto con seriedad, bastante seco para notar siquiera un poco de interés.

— Si, ¿Qué es esto?

— ¿Quién eres? — evadió preguntando, las había salvado de ser atacadas por algo que no entendían aún, así que debía confiar un poco, después de todo, él no las conocía, por supuesto que desconfiaría.

— Emyli, Emily Evans.

Alzo la mirada firme, y la chica pudo ver que el sujetó tenía una barba larga y el pelo crespo, aunque seguía sin poder observar el rostro de este valiente hombre. Escucharon movimientos, era Verónica, que se dispuso a sentarse, talló sus ojos con ambas manos y miro a su hermana conversar con el tipo de anoche.

— ¿Quién eres? — preguntó la otra chica mirando al encapuchado.

— Debería preguntarte lo mismo.

Emyli la miró, pidiéndole sin mover la boca, que confiará sin usar palabras, su hermana obedeció respondiendo con su nombre, no le quito los ojos de encima, y por varios segundos el silenció se adueñó del refugio improvisado. Sin dejar de mirarla, el hombre se quito la capucha dejando al descubierto su rostro, ambas estaban sorprendidas. Él era igual a ellas, había otro humano más en Glyfalia.

—Erick, y como podrán darse cuenta, sé que hacen lo mismo que yo. — afirmó— no podemos hablar aquí, ustedes no son peligrosas, vengan conmigo. —Se agacho para salir del refugió mientras acercaba su dedo índice a sus labios, indicando que debían quedarse calladas, al cabo de unos segundos, él anunció que estaban seguros y de inmediato retiro las hojas, ambas se levantaron de un brinco, para seguirlo ¿Qué más podrían hacer? — No es seguro salir de noche en el bosque, tuvieron suerte de que las encontrará, esos frutos que comieron pudieron dormirlas por varias horas, incluso dejarlas ciegas.

— ¿Cómo llegaste aquí? — pregunto Emyli de pronto. Todo estaba ocurriendo demasiado rápido.

— igual que todos, por supuesto.

— ¡¿Hay más?!—exclamo la rubia, tan pronto como alzo la voz, el hombre le tapó la boca.

Con el silencio mientras avanzaban, intentaron a esperanzarse ¿Él podía ayudarlas? Y si así fuera ¿Por qué seguía aquí? ¿Por qué vestía de ese modo? Si en Bezmeck lo hubieran encontrado, lo mas probable es que se hubieran alejado, tenia toda la pinta de un vagabundo, uno peligroso por todas las herramientas que sobresalían de sus bolsillos.

Glyfalia. "El Libro Perdido"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora