Cuando la fila en la que estábamos acabó por fin, subimos a la dichosa montaña rusa, nos aseguramos en nuestros asientos y esperamos a que el juego empezara.
Pude sentir como había tensión en su cuerpo, quizás solo acepto estar aquí por qué yo lo sugerí...oh no.
De inmediato me arrepentí, no quería que él se sintiera obligado a hacer algo que no le guste.
Busqué con mi mirada a alguno de los empleados para pedir que por favor nos dejen bajar, pues, aunque no lo diga, se ve en su carita el un profundo miedo.
Pero, fue demasiado tarde cuando el sonido del motor en función llamó mi atención.