— ¡Mex! —En serio me alarmé, aunque él se veía más preocupado por el plato roto.
—Sientate, espérame aquí—
Le senté en una silla y fuí rápido por un botiquín.
¡Si sigue sangrando así podría morir!.
De acuerdo, muy exagerado de mi parte, pero podría pasar.Al volver, él señaló decaído el plato en el piso.
—¿Eh? Eso no importa nada. Ahora, dame tu mano, por favor, bonito—
Quise morir en ese instante, cuando sus ojitos me miraron curioso.
Extendió su mano y yo la tomé.
Limpié la sangre y utilicé tres curitas, solo tenía infantiles.A pesar de que le hubiera dicho aquello, seguía preocupado. Y yo, tratando de aliviarlo, acerqué su manita a mi boca, y le besé.