Habíamos llegado a la cafetería. Él se veía confundido y hasta puedo decir asustado.¿Por qué?...
Al entrar nos sentamos en una de las mesas, podía descifrar que estaba tenso, nervioso y temeroso. Quiero hacerle entrar en confianza.
Por lo que llamé su atención, y sonreí, sonreí mostrando mis dientes, cosa que nunca hago.
Él abrió sus ojitos y me miró curioso, en instantes después sonrió ladino.
El mesero llegó y yo pregunté que deseaba, escribió que solo quería un capuchino. Dije nuestras órdenes y el mesero se marchó.
Lo volteé a ver, a pesar del silencio puedo sentir una gran calidez a su lado.