Llegamos al puesto y pedimos dos algodones, lastimosamente solo quedaba uno.
Sentí una presión en el pecho al ver la carita alegre del pequeño latino cambiar a una triste.No pude más y hablé.
— Tómalo tú, a mi no me gusta mucho el azúcar...
Mentí ligeramente, la verdad el azúcar es mi debilidad....y creo que también México.Negó con la cabeza y se apuro a escribir.
“¿Qué tal si lo compartimos?”
Me muestra una pequeña pero magnífica sonrisita.Siento mi cara arder para luego asentir levemente, oh dios.
Una vez el algodón entregado, ambos comimos con pena y felicidad de el.