Lo llevé a su habitación, sin quitar mi brazo de sus hombros. Llegamos al cuarto y lo ayudé para acostarse, lo arropo y le tomo de las manos.
—¿Por dónde empezar...?
Le miré dulcemente mientras veía sus ojitos cerrarse repetidas veces.
No puedo evitar reír ante la ternura. De la nada, saca su mano de debajo de la colcha y la acerca a mí rostro, tocando suavemente mi frente.
Siento mis mejillas arder y mi respiración acelerarse.
Toca en mi rostro las estrellas en mi bandera.
—¿Eh...? ¿Mis estrellas...?
Pregunto bajo, él asiente sonriendo.
—Es una larga historia, pero en pocas palabras significan Unidad
Le sonrío dulcemente.
—¿Quieres oírla?...
Sonríe en grande y asiente, yo suspiro y me preparo para hablar.
