Se dice que aquellas almas destinadas a encontrarse se reúnen en un oasis lleno de paz y amor. Ambos crean un vínculo sumamente fuerte que supera cualquier teoría sobre afecto entre seres humanos.
Y este año, dos almas con una radiante flama inte...
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West insistió MUCHO para que aceptara ir al campamento y tengo prueba de ellos en mi teléfono. Fueron mensajes muy lindos, pero un poco molestos.
“Solecito, ¿sabías que practicar yoga en un campamento te ayuda a prevenir enfermedades? Link aquí”
“Hay muchos gatos en un campamento”
“Voy a aguantar la respiración hasta que firmes la hoja de asistencia para el campamento”.
“¿POR QUÉÉÉ NO QUIERES IRRRR?? :(”
“Pero ¿si vas a ir?”
Y al final acepté.
Decidí que le daría una segunda oportunidad a todos los eventos escolares, pero aún tengo miedo de quedarme sola en las actividades que se realicen en equipos durante el viaje. Por eso siempre evité asistir.
Puede que los viejos hábitos tarden en morir, y es por eso que debo recordarme constantemente que ya no estoy sola, porque ahora hay alguien que se esfuerza todos los días en recordarmelo.
Uno de los autobuses hace sonar el claxon y los profesores comienzan a reunir a todos los estudiantes por grupos. De acuerdo al contrato que firmaron nuestros padres para acceder a este campamento, el viaje reemplazaría al baile de graduación. Se hizo una encuesta hace meses y ganó esta opción, pues la mayoría cree que el famoso baile, es una tradición vieja y poco emocionante.
Cuando terminaron de ordenar a los estudiantes en diferentes autobuses, me sentí aliviada cuando ví mi nombre cerca de Bleing y West. Significa que viajaremos juntos.
—Estaremos juntos otra vez —dijo alguien detrás de mí. Cuando me di la vuelta, la mirada gentil de West apareció frente a mí—. ¿Solo llevas eso? —Señaló mi mochila.
—Sí, solamente es un fin de semana. No necesito mucho. —Vi su maleta y estuve a punto de reír—. ¿Es muy pesada?
—No tanto. Llevo lo necesario.
—¡Es hora de irnos! —gritó uno de los profesores—. ¡Busquen su número de asiento!
West y yo caminamos hacia nuestro autobús en silencio para buscar nuestro asiento. No quiero alejarme de él y sentarme con alguien más, pero tal vez no tenga tanta suerte esta vez.
Observé los números de los primeros diez asientos, pero ninguno era el que me asignaron. Llegué a la parte de atrás y encontré mi número en el penúltimo. Sentí un gran alivio cuando me tocó en la ventana.
